Por Iovanka de Leonardo (Amigo Mío)
Historias como la de Rosita, que llegó hasta nosotros a través de una llamada de los servicios sociales como ocurre en otros muchos casos. Fruto de un capricho, Rosita encontró un hogar, hasta que la enfermedad llamó a su puerta. Uno de los miembros de la pareja contrajo un cáncer terminal con una escasa esperanza de vida. Según la versión que conocemos, fue entonces cuando la otra persona abandonó la casa, dejando a Rosita y su expareja desamparados. Aún así Rosita era feliz, recibiendo cuidados, cariño y cortos paseos mientras la enfermedad iba avanzando. Quizá no era consciente de que cada día su futuro se iba tiñendo de incertidumbre. O quizá sí, al ver como su compañero humano iba palideciendo y perdiendo fuerzas, acortando sus paseos, pasando cada vez más horas encerrada en un piso pequeño y oscuro.