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Francisco Herrero

La resilvestración es, al parecer, un concepto de la ecología consistente en la recuperación de ecosistemas que la acción humana ha degradado. Me ha llegado el llamativo artículo del catedrático José María Rey Benayas titulado “El abandono de pueblos y cultivos abre la puerta a la resilvestración del paisaje” y, de entrada, me ha provocado suspicacias. De repente me he imaginado a un experto universitario teorizando sobre las ventajas de la despoblación y se me han puesto los pelos como escarpias. He leído el texto y, para mi desgracia como columnista, la cosa no era para tanto, porque propone acciones que permitan la coexistencia de la agricultura y la ganadería con la restauración de los ecosistemas. Y de forma civilizada, porque en el caso de reintroducir especies sería necesaria la aceptación social del programa.

Los comentarios anónimos en internet, sin embargo, se han quedado en el mismo estado que mi impresión inicial tras leer el titular. Primero, se ha abierto un debate de barra de bar sobre los incendios por un exceso de masa forestal. Segundo, y aquí llega lo más jugoso, sobre el efecto positivo de los pueblos vacíos para la naturaleza. Leo que la agricultura y la ganadería tradicional se ha limitado a saquear, quemar, explotar e ignorar el espacio natural. Que la agroindustria sirve para producir más alimentos en menor superficie, lo que es ideal para el ecosistema salvaje. Que el éxodo rural es lo mejor que le podía pasar al medio ambiente. Que los pueblos son un modo de asentamiento ineficiente desde el punto de vista económico y que habría que cerrarlos.

Esa es la visión que damos hoy la gente de pueblo a la mayoría de la descendencia urbana de churros, charnegos y compañía. Y nos ofrecen sus mejores soluciones. Porque la pizza congelada la fabrican con una impresora 3D. Por suerte, hay colegas que se infiltran en los foros cibernéticos para aclarar cómo vivimos por aquí: trabajamos de lo que sale en el primario, la industria o los servicios, no tenemos ni idea del campo y solo nos importa el qué dirán, la telerrealidad y la pensión que gastaremos en el bar o el puticlub.