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Los tuiteros turolenses durante la quedada. Leo Tena

Grupos de enredadores

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Cruz Aguilar

Llevo toda la semana dándole vueltas a la columna y muy inspirada no estoy. Mi vida no es demasiado interesante y además vivo en Teruel, que para esto de las columnas es un rollo porque no hay anonimato posible. No puedo escribir sobre mi vecina del quinto por la chapa que me da en el ascensor ni criticar, como hacen algunos en redes sociales, al cuidador que le manda en la mochila de su niño de cuatro años a la mascota de la guardería para pasar el fin de semana en casa. Para bien o para mal, esto es Teruel y nos conocemos todos, se sabe dónde trabajas y qué haces en tus ratos libres. 
Eso de conocernos todos es un decir, porque esta semana que viene tenemos una quedada de tuiteros turolenses para ponerle cara a los avatares.  La idea partió de un par de ellos y cada uno hemos ido sumando a quien nos ha parecido con esas dos únicas premisas, tuitear y ser de Teruel. En ese grupo de tuiteros no  se tiene en cuenta a los seguidores, menos mal, porque si no muchos nos hubiéramos quedado fuera, aunque he de decir que a todos nosotros nos sigue más gente que amigos tenemos en el pueblo, por desgracia. 
Mi otro grupo de enredadores, los de Facebook, llevan tiempo diciendo de juntarnos por esas tierras altas de Teruel, pero de momento todo se ha quedado en agua de borrajas. A ver si ahora con el encuentro tuitero, que me voy a encargar de pregonar a los cuatro vientos, se pican y nos comemos por fin ese almuerzo serrano, porque estos feisbuqueros son más de almuerzo que de cañas vespertinas. 
Esto de ponerle cara a las pantallas me recuerda a los tiempos universitarios en los que chateábamos a través del IRC, que era como la prehistoria de las redes sociales, en pantallas de Macintosh en blanco y negro, y también llegamos a conocer a algunos ciberamigos. 
En Teruel estamos mucha gente interesada en utilizar internet para hacer cosas. Ahora solo nos falta democratizar la calidad para que las redes sean aprovechadas con la máxima efectividad –algunos para trabajar, otros como ocio– desde todos y cada uno de los pueblos.