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José María Andrés, profesor y escritor: “Las guerras son una tragedia que arrastra años de miseria, rencor y dolor” José María Andrés, profesor y escritor: “Las guerras son una tragedia que arrastra años de miseria, rencor y dolor”
José María Andrés Sierra, en el centro, durante la presentación de su novela en Molinos. C. M.

José María Andrés, profesor y escritor: “Las guerras son una tragedia que arrastra años de miseria, rencor y dolor”

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José María Andrés Sierra, natural de Molinos, presentó en esa localidad el pasado 10 de agosto su última novela, Dios no estuvo en el 36.  Licenciado en Filosofía y Letras, y profesor de Latín y Griego durante toda su vida, su amor por las letras lo llevó a escribir, ya desde sus tiempos de estudiante universitario, sobre didáctica y las lenguas y cultura clásica en distintos periódicos y revistas. 

Su dedicación a la literatura de ficción surgió años después. Dios no estuvo en el 36 es su cuarta novela. Ha publicado también cuatro cuentos y un libro de relatos cortos. En el año 2007 fue galardonado con el primer premio en el III Certamen Literario de Relato Corto Ciudad de Caspe. Este relato fue llevado a la pantalla en un cortometraje del mismo título.

-¿Cómo surgió ‘Dios no estuvo en el 36’?

-Durante la guerra civil española, mi abuelo paterno, José María Andrés Soler, fue asesinado por tropas anarquistas del bando republicano. Como sucedió con tantos y tantos otros, 150.000 según algunos historiadores, en las retaguardias de ambos bandos, no hubo juicio. Mi abuelo, según todos los testimonios, fue una gran persona. Hace algunos años escribí un relato narrando su muerte. Llegué a la conclusión de que el relato se quedaba cojo, por decirlo de alguna forma, si no se situaba en un lugar y en un momento histórico como fue la guerra civil. Decidí, pues, escribir la novela.

-¿Dónde se desarrolla?

-Fundamentalmente en Molinos, mi pueblo, pero hay otros muchos escenarios. 

-¿Qué vamos a encontrar en sus páginas?

-La visión que tiene un hombre de Molinos, Anselmo (personaje ficticio, por supuesto) que ya ha vivido la guerra de África, de lo que fueron los años previos a la Guerra civil, la propia guerra y la posguerra. Su visión se completa con la que tienen tres interlocutores: Enrique, un tranviario; don Tomás, un maestro; y otro interlocutor muy especial que no desvelo.

-¿Es esta novela una forma de hacer justicia a su abuelo y a todos los que como él murieron en la sinrazón del 36?

-Efectivamente. Es un homenaje a todos los asesinados y represaliados de la Guerra civil y un alegato contundente contra la Guerra Civil española y, por ende, contra todas las guerras.

-La novela mezcla realidad y ficción, ¿hay forma de saber cuándo estamos ante una u otra? ¿Cuál de las dos prima?

-Con respecto a la primera parte de la pregunta, realidad y ficción se imbrican de una manera que es difícil, por no decir imposible, saber cuándo estamos ante un hecho real o uno ficticio. Únicamente yo sé la naturaleza de unos y otros. Quienes fueron testigos de hechos reales o quienes saben de ellos porque alguien se los transmitió pueden localizar los hechos reales, pero, en cuanto a los ficticios, únicamente yo sé que lo son. De todas las formas, estos hechos ficticios pudieron suceder en la realidad con absoluta seguridad. Hay ocasiones en las que la realidad supera en crudeza a la ficción. En cuanto a la segunda parte de la pregunta, cuál de ellas prima, realidad y ficción, es difícil cuantificar, pero pienso que una mitad para cada una de ellas puede un porcentaje muy aproximado.

-¿Qué quiere trasmitir al lector?

-Aparte de lo que se pretende con cualquier novela, que es entretener, esta en concreto, pretende dar información, por supuesto, de lo que forma parte de nuestra historia, pero fundamentalmente quiere conseguir una cosa: provocar odio hacia las guerras. Que la gente sea consciente de que es más fácil empezar una guerra que pararla o terminarla. Y de que las guerras no solo suponen una verdadera tragedia por la pérdida de vidas y de bienes, sino que arrastran, además, años y años de pobreza, de verdadera miseria, de hambre, de odio, de rencores, de incultura y de mucho dolor.

-¿Planificó la historia desde el principio o iba surgiendo conforme la escribía?

-Ambas cosas. Yo tenía un plan, un esquema previo que seguí, pero, durante el proceso de escritura, surgieron también personajes y hechos que no estaban previstos.

-¿Cuánto tiempo le ha llevado escribirla?

-No lo recuerdo con exactitud, pero muy bien pudieron ser unos tres años, contando el tiempo que necesité para documentarme, que fue bastante. Hay que tener en cuenta que ahora estoy jubilado, pero entonces estaba en activo, por lo que sólo podía escribir los fines de semana, vacaciones y el tiempo que me dejaba mi trabajo.