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Juan Corellano

Esta semana la incansable rueda de la indignación volvió a girar sobre sí misma. Esta vez en torno a una nueva película de Amenábar. Una historia sobre la guerra civil. Porque era lo que el cine español demandaba en este momento. Porque es algo que nunca se había hecho en este país. Porque no teníamos suficientes. Con los estrenos llegan las entrevistas y con las entrevistas la opinión de gente que no las ha leído ni ha visto la película. Unas cuantas frases fuera de contexto y unos pocos tuits después la palabra mágica salió a la luz: Boicot. 

Boicot a una película española sobre la guerra civil. No deja de sorprenderme que al despertar en la radio nadie anuncie que es el día de la marmota. Sin entrar a valorarla, esta polémica me ha hecho reflexionar sobre la vida de la gente que mueve los hilos de estos frecuentes boicots. 

Realmente, me he dado cuenta de que nadie sabe nada de ellos. ¿Cómo se llaman? ¿Dónde viven? ¿Se conocen entre ellos? ¿Son de los que aplastan tus rodillas reclinando el asiento del autobús? ¿Acaso son los mismos que dejan cerrar la puerta del ascensor mientras te miran a los ojos? ¿Pertenecen a ese grupo de personas que todavía no ha descubierto el funcionamiento de los intermitentes?

Entre tantas incógnitas sobre ellos, solo tengo una certeza: su vida debe de ser agotadora. En navidad no pueden beber cava porque es catalán. En los desayunos el ColaCao prohibido porque su logo es racista. Solo beben agua porque el azúcar ahora mata más que la heroína. No pueden ir al cine y solo escuchan música instrumental para huir de letras ofensivas. Ante la progresiva acumulación de boicots, la vida de esta gente es un largo paseo por un campo de minas en el que nunca pueden dejar de mirar dónde va el siguiente paso. 

Respeto que cada cual consuma y viva siguiendo sus propios estándares. Sin embargo, en todas estas iniciativas de boicot reside un inevitable intento de imponer una visión particular al resto de la sociedad. Afortunadamente, rara vez lo consiguen. Así que saquemos el cava y brindemos. Mientras dure la guerra ya es la película más vista en nuestros cines.