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De la Ciudad Escolar Francisco Franco a un campus moderno y estructurado: un paseo por una de las zonas más activas de la capital De la Ciudad Escolar Francisco Franco a un campus moderno y estructurado: un paseo por una de las zonas más activas de la capital
José Antonio Gómez, diseñador de muchos de los actuales edificios de la ciudad escolar de Teruel, a la salida del Edificio de Vicerrectorado

De la Ciudad Escolar Francisco Franco a un campus moderno y estructurado: un paseo por una de las zonas más activas de la capital

El complejo estudiantil turolense protagonizó las jornadas por la Semana de la Arquitectura
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La Ciudad Escolar de Teruel fue la protagonista durante la visita guiada que ofreció el Colegio Oficial de Arquitectos de Aragón, con motivo de los actos para celebrar la Semana de la Arquitectura de Aragón 2019. Tres ponencias a cargo de los arquitectos José Antonio Gómez Muñóz, José María Sanz y Antonio Pérez Sánchez en el salón de actos del Vicerrectorado y una visita in situ a través de algunos de los edificios más paradigmáticos del campus turolenses sirvieron para perfilar la historia de esta pequeña ciudad dentro de la ciudad, que fue proyectada hace ahora 50 años, en 1969, y que fue toda una cara y una cruz para la capital mudéjar. 

De un lado supuso un equipamiento imprescindible para la ciudad con gran repercusión, tanto en lo cultural y en lo social como en lo urbanístico, ya que impulsó el crecimiento hacia el norte de Teruel, además de la acción constructiva más ambiciosa de la ciudad desde Regiones Devastadas. Pero de otro, supuso también un pequeño desastre construido con tal prisa que arrastró deficiencias básicas durante décadas y surgió del suelo como un inesperado hongo, de espaldas al Plan Urbanístico de la época y sin planificar una red de comunicaciones que la integrara con el resto de la ciudad. 

La actividad, a la que acudieron unas 60 personas y que presidió el responsable de la Demarcación en Teruel del Colegio Oficial de Arquitectos de Aragón, Antonio Huesca, fue la primera de un ciclo que incluye además la inauguración, en el Museo Provincial de Teruel, de una exposición con los proyectos seleccionados del XXXIV Premio de Arquitectura Fernando García Mercadal recientemente fallado, y cuya apertura está prevista para febrero. 

Durante las breves ponencias el programa se estructuró en tres ejes fundamentales; los precedentes en la edificación destinada a la enseñanza en el Centro de Teruel, que corrió a cargo de Antonio Pérez; el origen y la historia de la Ciudad Escolar, a cargo de José María Sanz; y un repaso a los principales edificios que forman el actual Campus Universitario de Teruel, en la que intervino José Antonio Gómez Muñoz, arquitecto diseñador de Bellas Artes, la Escuela de Ingenieros, el Vicerrectorado o el Colegio Mayor Pablo Serrano entre otros edificios, la mayor parte de ellos junto a Javier Peñafuerte, ya fallecido, y en algunos casos junto al propio José María Sanz. 

Revolución urbanística

Este último explicó el alcance que en su día tuvo la construcción de la Ciudad Escolar Francisco Franco, inaugurada el 15 de octubre de 1974 por el ministro de Educación y Ciencia Cruz Martínez Esteruelas. Fue la primera que se construyó según lo que prescribía la Ley General de Educación, recién publicada cuando la instalación fue proyectada cuatro años antes, y de hecho fue una experiencia piloto para aplicarla después al resto de España. 

Para entender la dimensión que tuvo el proyecto, Jose María Sanz mencionó algunas cifras: “En 1965 Teruel tenía 80 hectáreas y menos de 20.000 habitantes, y en cuatro años se construyó una ciudad universitaria que ocupaba 16 hectáreas  para que estudiaran 2.460 estudiantes y vivieran 700 jóvenes”. Un macro proyecto que incluía la educación a todos los niveles, desde  Parvulario a Enseñanza Universtiaria, pasando por Educación General Básica, Técnica e incluso Educación Especial, residencias e instalaciones deportivas. El problema es que el Ministerio emplazó la Ciudad Escolar en los terrenos que el Ayuntamiento pudo expropiar y cederle, al norte de Teruel, y el complejo se levantó completamente al margen del Plan General Urbanístico de la época, que en ningún caso preveía una intervención de estas características. “Esto ocasionó que tuviera siempre problemas de comunicación y accesibilidad con el resto de la ciudad”, explicó Sanz, “o que una gran variante que el Plan General tenía prevista por esos terrenos nunca llegara a construirse”.

Pero no fueron los únicos problemas. La premura con la que se construyó, entre 1970 y 1974, provocó “que tuviera una cantidad de deficiencias impresionantes; baches tremendos en las calles, alumbrado público que no funcionaba, abastecimiento de agua que no funcionaba, alcantarillado con serios problemas...”. El día de la inauguración se habían gastado 350 millones de pesetas, “pero casi nada funcionaba como debía”. Y lo que funcionaba lo hacía de aquellas maneras. Sanz desmintió la leyenda urbana que circula de que los edificios de la Ciudad Escolar de Teruel estaban proyectados en principio para alguna ciudad andaluza, “pero desde luego no tenían en cuenta la climatología propia de Teruel, y hacía tremendo frío en casi todos los edificios”, apuntó Sanz, que añadió que “un ejemplo clásico de edificio disfuncional fue la Escuela Universitaria de Profesorado de EGB, la chocolatera, como se la conoció popularmente, a pesar de lo cual gran cantidad de profesores turolenses se formaron allí”.

Como testigo de esa época queda el depósito de aguas visible en el campus, “que jamás ha llegado a tener agua y que debería mantenerse como un monumento”. 

Pero no todo fue negativo, porque Sanz explicó que “a pesar de todo la Ciudad Escolar supuso un revulsivo para Teruel, permitió que la ciudad creciera hacia el norte y fue un gran centro educativo y cultural de la ciudad”, en esos años 70 de incipiente democracia y efervescencia estudiantil. 

Sanz no quiso dejar la oportunidad de mencionar, con ironía, las palabras que pronunció el ministro de Educación Martínez Esteruelas ese 15 de octubre de 1974, y que recogió el diario del ABC del día siguiente. En ellas se demuestra que la despoblación ya era un problema en la provincia hace 45 años, y que el franquismo urbanodesarrollista daba por hecho que los turolenses estaban abocados a vivir lejos de su tierra: “El problema de la emigración será un prolema para tiempo, probablemente, hasta su definitiva solución. [...] Tenemos la misión de que, si esos hombres han de marchar, vayan preparados y formados para que, aunque tengan que nutrir la fuerza y la energía de otras provincias, lo hagan con la preparación digna, con un oficio digno, con un estudio digno y con todo lo que merece el concepto de la dignidad humana”. 

Como curiosidad, en esa inauguración estuvo presente Federico Mayor Zaragoza, a la sazón subsecretario de Educación y Ciencia del gobierno de Carlos Arias Navarro, y director general de la Unesco entre 1987 y 1999.

Los habitantes del campus

Por su parte, el arquitecto responsable de buena parte de los edificios del moderno campus turolense, José Antonio Goméz, habló de su relación con la ciudad escolar. Desde la Escuela de Magisterio, actual Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, cuyo proyecto junto a José María Sanz y Javier Peñafiel ganó el concurso en 1985, hasta el Edificio de Bellas Artes, su hasta última aportación ­–y última edificación que se ha construido en el campus– que se concluyó en 2011.

El arquitecto explicó el desarrollo y algunos detalles de cada uno de los edificios que diseñó, desde la Escuela de Ingeniería, “que pudo hacerse gracias a los 500 millones para Huesca y otros 500 para Teruel que pidió el tránsfuga Gomáriz como contrapartida para apoyar al gobierno socialista de José Marco”, o que tomó parte del terreno del Colegio Anejas, a cambio de lo cual se construyeron las pistas deportivas y se permitió el acceso a través del edificio universitario; hasta el Colegio Mayor Pablo Serrano, que se vio envuelto en numerosos problemas que retrasaron su construcción, hasta el punto de que comenzaron a vivir alumnos antes de concluirse la última fase de la obra en 2011. Tampoco estuvo exento de estrecheces económicas el actual edificio de Vicerrectorado, cuyo concurso salió en 2002 y del que Gómez aseguró ser “uno de los edificios con los que más satisfecho terminé”, no solo porque mantenía sus estándares de luminosidad y circulación intuitiva sin escatimar en lo estético, sino porque además desde entonces ha cumplido con una de las funciones para el que fue diseñado, equilibrar y distribuir el resto del campus universtario. 

Gómez también habló sobre Bellas Artes, el edificio más nuevo y uno de los más característicos del campus. La obra duró entre 2009 y 2011 y se desarrolló sin problemas, aunque la crisis afectó de lleno a los equipamientos y a algunos acabados en sus últimas fases –fue responsable, por ejemplo, de que la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas siga acogiendo la única cafetería del campus–.

“Dentro del desorden, estamos tratando de conseguir un campus ordenado”, finalizó Gómez su intervención. “Creo que hemos conseguido darle un estilo unitario, agrupado y relativamente bien estructurado. Con algo de suerte Teruel terminará teniendo un campus universitario”.

Antonio Pérez, por su parte, se refirió a los precendentes históricos de los edificios educativos en Teruel, que se remontan al Convento de San Marcos cuando se situaba en la plaza del Seminario, en lo que entre los siglos XIV y XVII fue Estudio de las Artes, Estudio General y Estudio de Gramática. Fue el primer embrión de una serie de edificios en el Centro de Teruel que estuvieron destinados a itinerar de espacio en espacio, casi siempre siendo parcheados y en ubicaciones en malas condiciones. Pérez citó un documento de la revista EL TURIA de 1856, que denunciaba que durante largo tiempo se habían visto las escuelas ir de un lugar para otro, sin pasar más de 4 años seguidos en el mismo lugar, y en unos “locales raquíticos”, con poca luz, frío y en general sin las condiciones mínimas. 

Pérez repasó algunas de las instituciones de enseñanza más características de la ciudad, como los colegios que se instalaron en los antiguos conventos tras las desamortizaciones, las Escuelas del Arrabal que construyó Pablo Monguió y por las que tuvo que litigar con el Ayuntamiento, el Instituto General y Técnico y, tras la guerra civil, Santa Emerenciana, la Residencia, o la Escuela de Artes, que ocupó varios edificios antes de construirse su actual ubicación, entre muchas otras. 

Tras las ponencias, los arquitectos ofrecieron una visita guiada a los asistencias, por algunos de los edificios proyectados por José Antonio Gómez en el campus universitario de Teruel.