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Cuestiones capilares

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Juan Corellano

Saber que vas a quedarte calvo desde que naciste es algo extraño. Es como un pequeño preparativo de tu muerte, la versión demo del juego. Sabes con seguridad y desde el principio que ese día llegará, pero no exactamente cuándo ni cómo. La certeza en lo capilar me la dan mis antecedentes familiares. En mi árbol genealógico la alopecia no hizo prisioneros, y yo no iba a ser menos. 

A la calvicie se le pueden echar muchas cosas en cara, pero desde luego no se puede negar que avisa con antelación. Es como si un buen día recibieras una llamada anónima y al otro lado sonara la voz de Liam Neeson: “No sé quién eres, pero te encontraré y mataré a tu pelo. Tienes seis meses para poner tus asuntos en orden”. Pues bien, yo ya he recibido esa llamada. Ahora estoy utilizando el tiempo que me queda en el mundo de los peines para prepararme mentalmente para dos cuestiones que me quitan el sueño. 

La primera de las cosas que más me preocupan a priori es la absoluta simplificación del espectro de insultos recibidos por parte de los sin pelo. En lo que a faltas de respeto se refiere, todo se reduce a calvo. Puto calvo, en el mejor de los casos. Si bien me reconozco admirador de los tobogán de piojos o cabeza de rodilla argentinos, estos no dejan de ser variantes de un mismo concepto. Como amante del arte del insulto, me decepciona que el resto de aspectos con los que se podría increpar a mi persona vayan a desaparecer de un día para otro por mi condición capilar. 

Otra cuestión que me inquieta es la representación de los calvos en la gran pantalla. Como aficionado al cine, me gustaría sentirme identificado con los personajes similares a mí que veo en las películas, pero creo que no encajo en ninguno de los dos perfiles tipo: el de supervillanos como Voldemort, Doctor Maligno o Darth Vader; y el de los tipos duros como Jason Statham, Bruce Willis o Vin Diesel. Creo que los calvos de Hollywood deberían sindicarse para pelear por su ansiado sueño de protagonizar una comedia romántica. Ellos también merecen ser amados.