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Anchoas y jamones Anchoas y jamones

Anchoas y jamones

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Javier Silvestre

Conozco desde hace casi una década a Miguel Ángel Revilla. Es un señor encantador, ciertamente popular y con aire de aquellos que se saben queridos por el pueblo. Me atrevería a decir que incluso es una persona altiva en cuanto se apagan las cámaras y se cierran los micrófonos. Siempre ha estado vinculado con la política: en su juventud, afiliándose al partido del régimen El Movimiento; pasando después por la creación de una Asociación por la Defensa de los Intereses de Cantabria en 1976 y acabando como presidente cántabro cuatro legislaturas como líder del Partido Regionalista de Cantabria.

Su salto a la fama mediática la dio en 2007 gracias al programa nocturno que presentaba Andreu Buenafuente en La Sexta. El que llevaba cuatro años siendo presidente cántabro, comenzaba entonces una carrera televisiva que sabría rentabilizar políticamente. Permitió que le llamasen cariñosamente el Presi y comenzó a repartir anchoas por los platós que visitaba. Miguel Ángel Revilla mutó en un personaje televisivo que sentó precedentes.

 Desde entonces han sido muchos los políticos que han querido emular a Revilla y bajar al barro de los medios porque es ahí donde se ganan –o se pierden- las elecciones. Pero su aprendizaje ha sido diferente… Desde hace unos años, los políticos se han rodeado de asesores de imagen que los han convertido en meros productos de consumo, dejando atrás la verdadera política.

 No hay ni un solo candidato que pretenda hacer carrera que no se someta a un curso de comunicación antes de ponerse delante de una cámara. Les enseñan lo mismo que aprendemos los reporteros o presentadores de televisión: a no dejar los brazos caídos al estar de pie, a juntar las manos cuando hablamos, a sentarnos sobre la chaqueta en un plató para evitar arrugas en la espalda o a cruzar las piernas de tal manera que la suela del zapato nunca dé a cámara. El mensaje es secundario porque poco importa lo que digan.

 Lo importante es el golpe de efecto. Arañar 10 segundos de declaraciones en los informativos de todas las cadenas. Aparecer y publicitarse como productos que son en los medios como sea. Porque los políticos saben que Twitter no lo es todo y que el discurso se sigue construyendo mayoritariamente alrededor de la televisión.

 Como productos que son, es mejor que les veamos jugando a baloncesto con Susanna Griso, saliendo de la ducha frente a Ana Rosa o echando un futbolín contra Bertín. ¡Ah, claro! Y llevándole anchoas a Ferreras. El problema es que luego confundimos a los políticos de verdad con los productos que nos han vendido. Y llegan las marcas blancas al Congreso que se creen que están en un plató. Usan camisetas tuneadas, hacen performances con impresoras y amamantan a bebés si hace falta. Todo, para salir en la foto.

 La degradación política –también periodística- es tal que la pregunta más recurrente que le han hecho al diputado de Teruel Existe durante estos días es cuándo va a llevar un jamón al hemiciclo. Y Tomás Guitarte intenta no caer en la trampa para no convertirse en otro producto político repartidor de anchoas. Sin embargo, luego promete el cargo y se mete de cabeza en el lineal de embutidos del supermercado de la democracia. Seamos denominación de origen, Tomás. En todo.