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Traidores

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Fernando Arnau

Debí leer con más intensidad los libros de referencia de Salvador Giner y Manuel Castells. Dos eminencias, itinerantes por las universidades europeas y californianas, cuyos textos eran referencia en la asignatura de Sociología que me cupo la satisfacción de paladear para estrenar mi intención de adquirir conocimiento, amén de información, sobre el desarrollo de la sociedad.
Salvador Giner nos ha abandonado este año que termina, pero Manuel Castells ha sido postulado por la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, para pilotar el novedoso ministerio de Universidades, en la primera experiencia de un gobierno de coalición.
Temple e inteligencia en un gobierno, el de Pedro Sánchez, que, adornado con deslealtades, traiciones y demás calificativos de una casposa sociedad limitada, se empeña en arrancar. Si las broncas no lo impiden, la herencia de los postfranquistas, al modo de los Martín Villa, abrirá un resquicio a la generación de los millennials que, bueno es decirlo, es deseable tropiecen con la correspondiente piedra, sin otro objetivo que empezar a mover el sillar una vez más. Eso sí, sin que les ayudemos a equivocarse, ya que eso pueden hacerlo solos, con el capital de su envidiable juventud.
Traidores los llaman. Y “traidores” son al modo de un personaje anónimo alcañizano casado en Valderrobres. “Me llaman el traidor”, decía, “ya que vas a tu pueblo “traime”... “Traidores” de aire fresco, de conocimiento o, al menos, de buenas intenciones para salvar los escollos de una sociedad que todavía se toma demasiado tiempo en los almuerzos de media mañana (léase baja productividad), anclados en el unamuniano “que inventen ellos” (llámese desdén por la investigación, innovación y más), sin paridad (que no parida) en las plantillas y, como no, ávidos de una segunda ola de modernidad dado que la de Felipe González queda lejos y desdibujada por los decires del propio jarrón chino del socialismo celtibérico. Espero que este panfletillo socialistoide venga apoyado por los reyes, al menos por los de Oriente, y, sobre todo, no teman a los indepes, nuestro país, indestructible según se dijo, está hecho a prueba de españoles. Resistirá a la intolerancia y el postureo de los mal perdedores de amplio espectro.