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Adelina Calvo, docente, investigadora y escritora turolense: “El fracaso es un acicate para reinventar la realidad y hacer las cosas de otro modo” Adelina Calvo, docente, investigadora y escritora turolense: “El fracaso es un acicate para reinventar la realidad y hacer las cosas de otro modo”
Adelina Calvo nació en Teruel y vivió en Escucha

Adelina Calvo, docente, investigadora y escritora turolense: “El fracaso es un acicate para reinventar la realidad y hacer las cosas de otro modo”

Editado ‘Fracasar. Cuestión de método’, un volumen para ver la vida de manera diferente
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“Aunque suene grandilocuente me definiría como una ciudadana del mundo. En cuestiones más mundanas, trabajo como profesora titular en la Universidad de Cantabria, en la Facultad de Educación, aunque mis estudios de doctorado y licenciatura los desarrollé en la Universidad de Oviedo. Allí descubrí mi pasión por la docencia y la investigación”. Así se presenta Adelina Calvo Salvador, que junto con Ana M. Río Poncela y Rafael Manrique han escrito el estupendo volumen Fracasar. Cuestión de método (El Desvelo Ediciones), dentro de la Colección Textos Insólitos, un salto al vacío filosófico, lúdico y artístico, de clara vena humana y social. Un pequeño gran libro a modo de poción mágica de Astérix para poder hacer frente a las cuestiones del Imperio.

-Usted nació en Teruel… ¿Teruel existe? Cuéntenos su periplo vital, por favor.

-Sí, nací en Teruel capital aunque siempre he vivido en la cuenca minera, en Escucha, donde ahora está el museo minero. Precisamente mi padre trabajaba en la mina y eso hizo que a los siete años abandonara mi pueblo con mi familia para vivir en otras zonas mineras de nuestro país como Almadén -donde estaban las minas de mercurio, en la provincia de Ciudad Real- y varias poblaciones de Asturias, en las cuencas del Nalón y del Caudal, también zona minera. Así que para mí Teruel siempre ha existido, pero es verdad que en otras zonas de España (país muy desconocido para sí mismo) sonaba como exótico eso de “ser de Teruel”. Siempre he obtenido dos respuestas cuando hablaba de mi origen: “nunca había conocido a nadie de Teruel” y posteriormente, cuando nació el movimiento ciudadano y se dio a conocer me decían “¡Ah! ¡Teruel existe!” Era el momento ideal para recomendar una visita y conocer el arte mudéjar y todo el patrimonio de la provincia. Ahora la respuesta de la gente, lógicamente, es otra. 

-Ahora nos sorprende con un libro colectivo sobre el fracaso. Un tratado muy especial, ¿no es cierto?

-Sí, en mi trabajo como profesora universitaria además de dar clase hay una parte importante que es la investigación, aunque en este caso es investigación sobre educación. Pero el libro nace de otro lugar y de otros deseos. Es un proyecto colectivo no sólo por la autoría del libro, sino porque el libro forma parte de una colección más amplia, Textos Insólitos, que también es un proyecto colectivo del que formo parte desde su origen. Se publican dos libros al año y el próximo año verá la luz ya el número 10 de la colección. Son textos cortos, que están muy bien editados y que abordan temas actuales de forma original y con un formato no académico. Por decirlo de otro modo, no tiene bibliografía ni citas académicas y su lectura es placentera. Hemos publicado libros sobre los bares, el cine, las escaleras o este que mencionas, sobre el fracaso. Por cierto, algunos de ellos ya están en la Biblioteca de Teruel, los doné yo misma.

-Hablemos pues del fracaso que nos ocupa. Parece que fracasar es cuestión de método… ¿Y de algo más?

-A los autores nos encanta el título del libro que está inspirado en la novela de Santiago Gamboa, Perder es cuestión de método. Tomamos esta idea para subrayar la opción voluntaria y, por lo tanto, consciente y con consecuencias éticas, estéticas y políticas de decidirse por el fracaso. Esto supone hacer una llamada a todo lo que podemos hacer, a no dejarnos seducir por los discursos fáciles, por la tradición, por la definición que otras personas o instituciones hacen de cada uno de nosotros… Supone, en definitiva, abrir nuevos espacios de libertad que siempre serán colectivos y que se harán posibles desde la cooperación. Sin ella, no hubiéramos llegado, como humanidad, hasta donde estamos ahora. 

-¿A quién va dirigido el volumen? ¿A alguien en especial, más necesitado que otros?

-Este volumen, como el resto de libros de la colección, no tiene un colectivo especializado al que se dirige. Podríamos decir que al público en general, a cualquier persona que esté interesada en la temática del libro. Lo cierto es que el tema fue difícil de acotar porque es un tema filosófico, un poco difuso, no muy tratado seguramente, pero imprescindible en estos tiempos de biocapitalismo, por decirlo de una forma rápida. El libro se escribió con el deseo de discutir una parte de nosotros mismos que negamos continuamente y que no podemos reprimir o cancelar. Es más, al hacerlo, nuestro malestar aumenta exponencialmente. 

-¡Qué sería el mundo sin los antihéroes… y antiheroínas!

-Sí, como en el teatro, como la vida misma. Siempre hay un héroe y un antihéroe. Un ser que tiene un deseo y su antagónico, de ahí surge el conflicto que es consustancial al ser humano y a nuestra vida en común. La cuestión es qué hacemos con ese conflicto, qué aprendemos de él, en qué medida nos ayuda a conocer más de nosotros mismos. Como antiheroína prefiero mirar el mundo desde el otro lado, desde la lentitud, el decrecimiento, la ética del cuidado, la ayuda mutua no mediatizada por lo económico, la comunidad… valores que estorban en la época del capitalismo avanzado que vivimos. Nuestra época previere otros valores que claramente se encarnan en el héroe, el ganador, el hombre hecho a sí mismo, el que tiene un nivel de consumo cada vez más elevado, reivindica su derecho a ir en coche a todos los sitios… Es el modelo de masculinidad hegemónica que precisamente ahora se está deconstruyendo desde muchos frentes y que al hacerlo, está abriendo nuevos espacios de libertad. Ahora más que nunca la humanidad se ha hecho consciente de que cada uno de nosotros somos interdependientes y ecodependientes. 

-Fracasar no es cosa del azar ni de las estrellas, ¿verdad? ¡Ay, si nos oyera Shakespeare!

-El azar es importante en nuestras vidas, pero estas no están predestinadas. Ahora que lo dices, creo que a Shakespeare le gustaría nuestro libro, porque tiene una clara dimensión poética y porque el teatro y el cine están muy presentes en él. De hecho, el último capítulo es un diálogo que representa qué ocurriría si tres personajes fracasados, protagonistas de tres conocidas películas, se encontraran en una librería. Es un diálogo profundo y divertido al mismo tiempo. Y como las obras de Shakespeare, dramaturgo universal, esos personajes hablan de la vida, el amor, el dinero, la traición, la amistad… De todo eso estamos hechos. 

-Su ensayo se aleja de los postulados de Mr. Wonderful y el mundo modo plum cake.

-Sí, porque precisamente nos ha tocado vivir una época sobredulcorada y que quiere definir al ser humano como un ser racional que necesita gobernar sus pensamientos y sus sentimientos para ser más productivo. Por eso ahora necesitamos un entrenador (coaching), se habla tanto de inteligencia emocional y todo el mundo cree que tiene que expresar cómo se siente en todo momento, sin darnos cuenta de que son mecanismos de control en una época que ya Foucault definiría como “panóptica”. Y es una simplificación muy peligrosa de la realidad, porque los problemas sociales se leen como problemas individuales y psicológicos, perdemos nuestra condición de seres sociales, contextuales, en continuo diálogo y transformación con lo que nos rodea, otros seres humanos y la materialidad de lo humano, de nuestra existencia. Dicho esto, que quede claro que no tengo nada en contra de los pasteles y que me encanta cuando leo en los estuches y agendas de mis alumnas de la Facultad de Educación: “Maestro, sin ti mi vida no tendría clase”. Siempre me arrancan una sonrisa. 

-Reflexionan sobre cómo el éxito o la producción son con frecuencia vías de opresión y esclavitud. ¿Buscan un Prometeo liberado, como deseaba cósmico Percy Bysshe Shelley?

-Quizás. La oferta es muy tentadora… pero muy compleja al mismo tiempo. ¿Los seres humanos tenemos que liberarnos de algo? ¿Dónde está lo que nos oprime? ¿Hay alguien que ha nacido para liberar a la humanidad de sus males? El problema de esta oferta es entender que lo que nos oprime está fuera y que hay una vía para la liberación. Pero todavía no hemos comprendido bien que todos somos juez y parte, que todos somos oprimidos y opresores al mismo tiempo y que las vías aparecen al andar, como diría el poeta. Por eso el cambio tiene que ser personal y colectivo al mismo tiempo, material y cultural. La tarea sin duda está abocada al fracaso, pero precisamente por eso hay que intentar finalizarla. Creo que me quedo con Frankenstein, el moderno Prometeo, de Mary Shelley, somos seres castigados por nuestra propia creación, no por los dioses. 

-A mí me encanta la afirmación de Samuel Beckett que dice: "No importa. Inténtalo de nuevo. Fracasa de nuevo. Fracasa mejor". 

-Sí, es una frase que ha estado muy presente durante la escritura del libro y encierra un significado complejo y profundo que no sé si todavía alcanzamos a entender bien. Es una llamada a pensar al ser humano con otro lenguaje, otros referentes, que todavía están por llegar. Precisamente ahora que se ha cumplido el aniversario de la liberación de Auschwitz la prensa ha recopilado algunas de las obras fundamentales de quienes sufrieron el horror nazi y una idea se repite con frecuencia: es imposible describir lo que aquello fue. El lenguaje no alcanza, la experiencia no se puede encerrar en palabras y ser transmitida… creo que la frase de Beckett puede leerse en esa línea, el lenguaje, la palabra no sirve. ¿Y eso nos lleva al silencio? No. Nos lleva a inventar otros lenguajes. 

 -Como no podía ser de otra forma, el método es fallido en sí mismo.

-Sí, a pesar de que en el libro se habla de método, lo hemos entendido como la expresión de una voluntad, de una opción vital, de una decisión consciente: fracasamos. Y hacerlo requiere esfuerzo, valentía, lucidez, trabajo… de ahí la idea del método. A su vez el método se encarna en un recorrido que hemos vinculado a lugares que son significativos para todos nosotros como puede ser nuestra propia casa o el cine que a su vez representarían algún tipo de fracaso como el de nuestra propia muerte o el fracaso de la política. 

-El fracaso no tiene fronteras ni atiende a razones. Como avisa en su portada, ¿es el libro en un gran salto al vacío? 

-Seguramente sí. Nos gustaba el salto al vacío porque de nuevo el salto es una decisión consciente que, aunque pueda parecer un avance, quizás no lo sea tanto si el vacío no está protegido con una red… a la manera de una trapecista -personaje que también aparece en el libro-. Para nosotros el salto refleja la idea de que no hay caminos prefigurados para fracasar y que precisamente lo que pide el fracaso es salirse al margen, a la cuneta, descentrarse… abrirse a otras realidades. La tarea es ahora más urgente que nunca en un mundo sobremonitorizado por la tecnología -desde los relojes inteligentes a las redes sociales- que genera a nuestro alrededor una burbuja ofreciéndonos experiencias cada vez más iguales a las que ya vivimos y conectándonos con personas y visiones de la realidad no muy lejanas de nosotros mismos. Ahora que lo pienso, hemos tratado este tema en otro Texto Insólito: Mi vida como un algoritmo, les recomiendo su lectura. 

-Y asumir el fracaso es volverlo a intentar, dicen. Es imaginar un Sísifo feliz, como escribía Albert Camus. El fracaso como el mejor de los plantes.

-No sé si sería un Sísifo feliz, pero al menos, sería un Sísifo consciente, lúcido, que toma sus propias decisiones, siempre arriesgadas y nunca seguras. Fracasar es volverlo a intentar porque el fracaso no es necesariamente paralizante, sino que es un acicate para reinventar la realidad y hacer las cosas de otra manera, es abrir un espacio de libertad. ¿Qué nos queda si tenemos éxito? La parálisis, la muerte, el aislamiento para tratar de proteger todo lo que tenemos y todo aquello por lo que tanto hemos luchado… Asumir el fracaso es asumir la fragilidad humana. Por muy dotados de tecnología y comodidades que estemos a este lado del planeta. Y es pensarse como seres incompletos que siempre necesitamos de los demás. 

-En el sendero del fracaso, lo mejor es no sufrir, comentan.

-Sí, decimos que el fracaso es un hecho, es inevitable pero que el sufrimiento es opcional. Nos gusta mucho esta idea porque es una forma de expresar que el fracaso no es algo necesariamente negativo, dañino, que genera sufrimiento… Eso es lo que siempre se ha dicho, pero, ¿qué sería aprender a leer o a escribir sin nuestros fracasos? Al mismo tiempo, es una forma también de decir que el sufrimiento forma parte de la vida, aunque lo queramos negar, pero tenemos que aprender a gestionarlo para que no sea paralizante, sino algo que nos vincule a la realidad de otra forma.

-Comparta una de las reflexiones sobre el tema presentes en el libro de las que esté más orgullosa.

-A mí el libro me gusta mucho y nos consta que está teniendo buena acogida. El proceso de escritura fue muy rico porque somos tres personas muy diferentes: edad, procedencia, formas de ver el mundo… y por supuesto modos de escribir. Por eso para nosotros fue un valor desde el principio movernos en esa diversidad que también es complejidad y hemos mezclados muchos estilos en el libro, que además está escrito en femenino singular. Hemos conseguido un estilo muy poético, abierto, evocador que deja mucho espacio al lector. 

-Ahora que vuelve a estar de moda Thomas Alva Edison, el inventor quemó miles de bombillas antes de conseguir crear la luz.

-Sí, y por supuesto no es el único ejemplo… La mayoría de los descubrimientos y los inventos surgen de un fracaso. En el libro se citan algunos. También de un trabajo colectivo, por cierto, donde las mujeres tuvieron un papel muy relevante que quedó relegado con la institucionalización de la ciencia moderna. Y, sin embargo, a pesar de ser el trabajo científico un trabajo de fracasos, de colectividad y de hombres y mujeres, es llamativo que en nuestras sociedades sigamos teniendo en mente al científico como alguien que trabaja en solitario, aislado del mundo y que, habitualmente es un hombre. Nada más lejos de la realidad.

-La experiencia es el nombre que damos a nuestros errores, lapidaba Oscar Wilde.

-En parte así es. A todos nosotros nos ocurren cosas, a diario, pero no tenemos acceso a la realidad de forma directa si no es a través del lenguaje, del relato. Necesitamos ese relato para comprender lo que nos ocurre, esa experiencia que se va enriqueciendo progresivamente con lo que hacemos, que no es independiente de lo que decimos, esto es, de cómo narramos lo que nos sucede, lo que tenemos alrededor. Narrar la vida como un error o un fracaso nos invita a volver a pensar y a actuar de nuevo. Vivir es fracasar, errar… y volver a intentarlo.  

-Como sabiamente remata Mario Benedetti, “el fracaso hace bien, es una alarma, nos enseña que somos vulnerables, y con esa tutela nos da fuerzas para volver de nuevo a la victoria”.

-Sí, el fracaso nos alerta, efectivamente, de que somos seres limitados, imperfectos, vulnerables, con fecha de caducidad… algo que con frecuencia se nos olvida, para poder seguir viviendo. Pero que necesitamos recordar para no olvidar que en este mundo globalizado cada decisión que tomamos afecta a muchas otras personas. Desde nuestros hábitos de consumo hasta nuestra forma de percibir y tratar a los demás. Es esa consciencia de que somos seres dependientes, como te decía antes, tanto de los demás como de la materialidad que nos rodea, sea esta más natural o artificial, si podemos hacer esa diferencia. Y esto es una posición ética y política en la vida.