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El turolense Pedro Pérez Esteban estrena ‘La arena del tiempo’ en Zaragoza El turolense Pedro Pérez Esteban estrena ‘La arena del tiempo’ en Zaragoza
Imagen del imponente edificio de la Central Eléctrica de Aliaga. Pedro Pérez Esteban

El turolense Pedro Pérez Esteban estrena ‘La arena del tiempo’ en Zaragoza

La muestra fotográfica sobre el pasado industrial de la provincia podrá verse en Teruel en verano
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Desde la obra coral Escuelas. El tiempo detenido (2006) inspirado en la pedanía de Peñas Royas hasta Memoria difusa  (2011), un acercamiento de la Guerra Civil a través de sus restos materiales, pasando por Masada/signos (2007), acerca de las formas de vida rurales en las masadas del Maestrazgo, uno de los principales lugares artísticos para el fotógrafo Pedro Pérez Esteban han sido las particularidades del interior rural y el sentimiento de pérdida que se produce cuando, para bien o para mal, van siendo sustituidas.

El artista turolense presenta en esta ocasión La arena del tiempo, un proyecto fotográfico que explora el pasado industrial de la provincia de Teruel a través de cinco ámbitos conceptuales. Está formado por 93 fotografías en blanco y negro tomadas entre 2013 y 2019. La exposición, que cuenta con textos de José Giménez Corbatón, el escritor aragonés con el que ha colaborado en infinidad de ocasiones, podrá verse hasta el próximo 12 de abril en la Casa de los Morlanes de Zaragoza, antes de instalarse entre el 10 de junio al 26 de julio de 2020, en el Museo Provincial de Teruel. 

La exposición se articula a través de cinco secciones, con el pasado industrial de Teruel y su degradación inexorable como hilo conductor en común. Los tres bloques iniciales, Minería, El Utrillero y La Central abundan en tres de los elementos clave que han definido el paisaje, la naturaleza de la sociedad y sus relaciones económicas: la extracción minera y su progresivo declive, el factor ferroviario y la producción energética. El cuarto ámbito lo titula Pedro Pérez Naufragios, un sugestivo sustantivo con el que apela a los vestigios de la actividad productiva a través imágenes en las que estira lo formal hasta casi la abstracción, en lo que lo que sugiere importa más que lo que se ve. El último ámbito, Desde las entrañas, incide en el factor humano, poniendo rostro y expresión al discurso histórico de la muestra. 

Las minas y el paisaje

El ámbito que Pérez Esteban dedica a la minería en La arena del tiempo se interesa en las huellas del patrimonio industrial extractivo a través fundamentalmente de sus infraestructuras. Así, se pasea por Utrillas, Escucha, Montalbán, Aliaga, Andorra, La Val de Ariño, Estercuel, Gargallo y otras muchas localidades. Chimeneas, bocaminas, vallados o el interior de algunas de las instalaciones que un día vibraron de actividad captan el interés del objetivo del fotógrafo, y a través de este del espectador. 

Muy unida a la minería del lignito, se desarrolló la actividad ferroviaria en la que la compañía Minas y Ferrocarriles de Utrillas (MFU), fundada en 1900 y cuya actividad cesó completamente en 2002, fue un exponente de capital importancia, con la línea que unió Utrillas con Zaragoza. El Utrillero fue motor de desarrollo de la capital del Ebro, proporcionando combustible a su industria azucarera, y vivió momentos realmente dorados con la crisis del carbón europeo de la segunda década del siglo XX y la Primera Guerra Mundial. 

La cámara de Pedro Pérez ofrece un recorrido por el trazado que jalonan las 22 estaciones del Utrillero, paseando por entre las construcciones diseminadas en torno al antiguo camino de hierro; talleres de máquinas, muelles, cargaderos, pasos a nivel y casillas que hoy son ruinas descontextualizadas en medio de los campos o de la nada, víctimas fantasmales del abandono económico primero e histórico después. 

El tercer ámbito temático, La Central, se refiere a uno de los edificios abandonados más impresionantes de toda la provincia, que por sí solo merece una visita a las Cuencas Mineras. La Central Térmica de Aliaga, propiedad de Eléctricas Reunidas de Zaragoza y luego Endesa, cerró sus puertas en 1982 tras 30 años de actividad. El espléndido –a pesar de su ruinoso estado– edificio ha sido fotografiado por dentro y por fuera en numerosas ocasiones, pero Pérez Esteban, cuyo origen andorrano le da la posibilidad de fundirse con el terreno, sabe darle una nueva dimensión a las estructuras, sugiriendo el trasiego de personas y los fragores de turbinas, generadores y quemadores trabajando a pleno rendimiento. 

En Naufragios Pedro Pérez propone una serie de juegos visuales que intentan dar otra dimensión visual a parte de esos vestigios de la actividad industrial del siglo pasado. Sombras, dobles imágenes y encuadres intencionadamente confusos o extremos en los que el fotógrafo intenta que el fondo de la foto converse con la forma, con el espectador como testigo de excepción. 

El factor humano, invisible en esos cuatro primeros ámbitos de la muestra, adquiere su importancia en el quinto, Desde las entrañas. Esta serie está formada por retratos en blanco y negro que se corresponden cada cual con fotografías en color de parajes mineros, vinculando así a las personas con sus antiguos lugares de trabajo. 

Las fotografías ponen así rostro humano a los despojos materiales, y sugieren el paso del tiempo. Picadores, encargados, ayudantes, mineros, vigilantes, barrenistas, artilleros o vagoneros aparecen junto a lo que queda de la Mina Santiago, el polvorín en Barranco Malo, los barracones de Mina Sur en Utrillas, los accesos  a Mina Se Verá o Mina Aún Hay Caso, en Escucha, los vestuarios de La Serrana, en Palomar de Arroyos, y muchos otros lugares. También se incluyen en este ámbito a algunas de las personas que perdieron su vida en el fondo de una mina, como Tomás Ballestero, Juan Villabril, José Mestre, Manuel Formento, Octavio Pradas, Tomás Eustaquio, Enrique Fernández o Antonio Moral, entre otros. 

Los rostros de los trabajadores de la minería completan la exposición de Pedro Pérez y cierran un círculo porque proporcionan la redondez que cualquier buen proyecto artístico necesita. Representan en último término el auténtico sentido de la muestra, el de ser “un homenaje hacia una forma de vida que la inexorable arena del tiempo ha acabado desmantelando”.

Con el objetivo de la cámara siempre pegado al territorio

El turolense Pedro Pérez Esteban  comenzó a dar a conocer su trabajo fotográfico durante los años 80, en unas primeras exposiciones en la Feria de Arte y Artistas que organizaba el Ayuntamiento de Zaragoza. Su primera exposición individual fue Pasiones, humores y deseos, en la Sala de Arte Joven de Zaragoza en 1989, una de cuyas obras obtuvo el Premio Isabel de Portugal al año siguiente. 

Da inicio entonces una prolija labor centrada en la fotografía documental y de viaje, con series como Toreadores (1990-91), Un gallo en la escuela del circo (2001) o Trashumancia (2002), sobre oficios relativamente inusuales, o exposiciones como Habana (1994), Istanbul (1998) –que se presentó en la Casa de los Morlanes, donde hoy, 22 años más tarde, puede verse La arena del tiempo– o Vietnam, escenas y miradas (2003), en las que resumió gráficamente los viajes que emprendió por esos países.

Buena parte del trabajo del turolense se ha desarrollado en publicaciones vinculadas al paisaje y con el territorio que habita. Ha participado en libros como Huesca conserva su magia (2002), Sierra de Gúdar. Las huellas del hombre (2003) y Teruel. Pura Luz (2004). Coeditó Piel de Otoño (2002) junto a Toni Losantos, y entrado ya el nuevo siglo forjó una amistad con el escritor José Giménez Corbatón que ha dado lugar a una enorme y fructífera serie de colaboraciones que todavía no ha terminado. En total han realizado siete publicaciones conjuntas, que han tomado la forma de libros y/o exposiciones, entre ellas Masadas-signos (2007), que ha podido verse por más de 15 localidades de nuestra provincia, Morir al raso (2009), incluido en la colección Amarga Memoria, al igual que Memoria difusa (2011). 

En los últimos años Pedro Pérez ha vuelto a abandonar sus círculos de confort y emprender sus expediciones fotográficas, que en realidad nunca ha dejado. En 2011-12 realizó el proyecto La mirada del mar, con un recorrido por las islas Canarias a través de retratos de pescadores de bajura, que han podido verse en varias exposiciones en la Universidad de La Laguna, en Tenerife (2012) y en el Espacio Cultural CajaCanarias de esa misma localidad.