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La fuerza de Israel Bugeda y la dulzura de Alba Sánchez seducen al público en la escena más dramática de Las Bodas La fuerza de Israel Bugeda y la dulzura de Alba Sánchez seducen al público en la escena más dramática de Las Bodas
Israel Bugeda, en el papel de Diego de Marcilla, a punto de morir tras negarle Isabel (Alba Sánchez), un último beso

La fuerza de Israel Bugeda y la dulzura de Alba Sánchez seducen al público en la escena más dramática de Las Bodas

Teruel recrea el fin de semana la historia de los Amantes
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Cruz Aguilar

Con más garra que nunca. Así llegó Diego de Marcilla –interpretado por Israel Bugeda– al encuentro con su enamorada, Isabel de Segura, a la que dio vida Alba Sánchez. Tras cinco años en la guerra volvió a Teruel, “al cielo”, para desposar a esa amante que dejó cuando era niña. Pero la encontró casada y se acercó impulsivo hasta su alcoba para arrancarle un beso que fuera “como lluvia fresca”: “Un beso que recuerde por el resto de mi existencia, que ilumine mi alma por los días venideros”, imploró.

Teruel vivió el sábado por la noche la myerte de Diego, la escena más dramática de Las Bodas de Isabel, la recreación de la historia de los Amantes que se celebra el fin de semana.

Isabel salió al balcón huyendo de su esposo, descubrió que su enamorado estaba en la ciudad y no dudó, en cuanto lo vio junto a ella, en lanzarse a sus brazos y fundirse con él en un gran abrazo lleno de alegría por verlo vivo y de risas; un cálido abrazo como aquellos que se daban cuando eran niños y no había nada prohibido. La pregunta del amante truncó la felicidad: “¿Me amas todavía?”, inquirió pese a que conocía la respuesta, y ella, sin apenas hablar, se lo dijo todo: “Hay palabras prohibidas para la mujer casada”, justificó. 

Con palabras o sin ellas, el amor inundó todo Teruel ayer por la noche, el amor que irradiaban los amantes desde el balcón de la casa de los Azagra y se extendía por cada una de las calles del centro, todas llenas de turistas y turolenses ansiosos por ver en directo una historia que, de antemano, sabían que no iba a acabar bien.

La complicidad con el público se mantuvo en todo momento. Cientos de personas aplaudieron cuando el amante irrumpió en el Torico y los suspiros de admiración dieron calor al joven Marcilla en su ascenso por la escalera hasta la casa de los Azagra.

Tras la negativa de Isabel, a Diego no le quedó “nada, salvo el infierno de vivir” sin sus ojos. Por eso el joven, que había conocido la muerte de cerca en su afán por ganar una dote que le hiciera digno a los ojos de los Segura, le insistió en que ese símbolo de amor sería lo que les convirtiera en uno “y no en dos medias almas condenadas a suplicar un beso”, clamó.

El beso no llegó y el alma del fogoso Diego, más débil de lo que él creía, se partió en dos ya en el balcón. A duras penas bajó hasta la plaza del Mercado y allí se desplomó, a pocos metros de un conmocionado Esteban, ante las miles de personas que se habían concentrado para conocer la historia de los Amantes de Teruel. Algunos lloraban, otros contenían el aliento y cientos de bocas se unieron para pronunciar un lastimero y sonoro lamento cuando el enamorado se desplomó ruidosamente sobre el suelo.

Los hombres de la Merced fueron los que se ocuparon del difunto y lo trasladaron hasta el hospital, donde el personaje fue embalsamado y el actor, Israel Bugeda, se fundió en un abrazo con su familia tanto real como teatral, que en este caso en gran parte coincidían ya que su padre escénico, Pedro de Marcilla, estaba encarnado por Ángel Bugeda, su padre en la vida real. Además, el progenitor pudo darle acertados consejos antes de salir a escena ya que él fue uno de los primeros Diegos que, con su muerte ficticia, partieron el corazón de su amada y del resto de los turolenses y foráneos en el año 2007. 

Isabel regresó a la alcoba cuando salió a buscarla su esposo, un comprensivo don Pedro (Jesús Calvo), a quien le contó que había tenido un sueño como excusa para relatarle toda la escena vivida con su amante, que tras cinco años en la guerra acudió a pedirle un beso: “Qué mujer tan ingrata, un beso no tiene la menor importancia”, le dijo sin saber que sus palabras aún lastimaron más el herido corazón de Isabel.

Las escenas que se desarrollaron ayer arrancaron en la taberna, situada en la plaza del Seminario. Allí la alegría de Diego por llegar a Teruel pronto se volvió enfado al encontrarse con Alonso de Fuenmayor, quien, con cierto sentimiento de culpabilidad acentuado por la embriaguez, reconoció haber difundido su falsa muerte. “El honor no da de comer, la pena sí”, se justificó el hidalgo venido a menos y ahora empleado de los Azagra. 

Llegada a la taberna

El cabreo al darse cuenta de que todo Teruel estaba engalanado para la boda de su amada, que no había cumplido la promesa, hizo que se enfrentase a doña Ara de Azagra y la escena terminó cuando esta le clavó un puñal en el brazo y a Diego de Marcilla lo prendieron los andadores. La escena de la taberna, basada en el guion ganador del concurso 2020 de Francisco Oliver, mostró una gran tensión emocional marcada tanto por Alonso de Fuenmayor, encarnado magistralmente por Jaime Fierro, como por un brioso Diego de Marcilla que citó a todos los hidalgos junto a los que había luchado y “entre los que nunca ha habido un Azagra”, reprochó. En esta escena el actor Israel Bugeda nombró a “los Muñoces, los Martínez, los Oteiza y los de Orrios”, en un guiño al pueblo de su madre, con la que está muy vinculado.

Esteban, el escudero fiel de Diego, estuvo encarnado por Diego Gómez, que es el que se ocupó de ir a casa de los Marcilla a comunicar que Diego estaba vivo, aunque preso por un altercado en la taberna. 

En la escena del encuentro con la familia se mascó la tensión. La alegría inicial por el regreso del hijo al que creían muerto se volvió pena cuando un agresivo Diego dejó bien claro que su primera faena en Teruel iba a ser cobrarse el beso que le adeudaba Isabel. 

Los Marcilla fueron en esta edición de Las Bodas más temperamentales y efusivos y Diego arremetió contra su madre cuando esta le pidió que no fuera a ver a Isabel. También su padre, don Pedro de Marcilla, sacó su genio  al abofetear al hijo exigiéndole que dejara en paz a la recién desposada.

En esta escena jugaron un papel crucial los hermanos de Diego, tanto el mayor, Sancho –Pablo Porto–, que intentó evitar el desastre impidiendo que su hermano fuera a casa de los Azagra; como los pequeños, Guillermo (Diego Royo) y Blanca (Leire Zurita), que con sus juegos y peleas crearon un ambiente infantil y despreocupado en el escenario.

Fue Blanca la que le explicó a su hermano, al que conoció esa noche porque partió a la guerra cuando ella solo tenía un año, dónde residía la recién casada: “Doña Isabel se ha instalado ahí, en la casa de los Azagra, en la plaza del mercado, hasta que acomoden su casa en Albarracín”, le detalló. Marcilla no tardó en seguir las indicaciones de su hermana y, acompañado de Simonica (interpretada por Raquel Hinojosa), Esteban y Sancho se fue raudo hacia la casa de los Azagra.  Y allí Diego encontró la muerte pero, como dijo Simonica, “ni en contienda ni en batalla, sino en Teruel y en las puertas del cielo”, lamentó la hechicera, que ya había vaticinado el trágico final.

Y a los que todavía no tenían los pelos de punta viendo salir a los hospitalarios de la Merced con el cuerpo inerte de Diego sobre la camilla, se los puso la artista turolense Mari Carmen Torres, que salió al balcón para entonar Lamento de Isabel, una canción compuesta por ella misma que simboliza la tristeza que inunda a Isabel tras la muerte de su amado.