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Begoña Ibarzo, técnico en cuidados auxiliares de enfermería en la residencia Javalambre: “Si de esta crisis sanitaria no aprendemos nada, es que no somos humanos”

“Los ancianos nos están dando una buena lección de vida tras haber sufrido tanto y ahora vuelven a sufrir otra vez”
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Begoña Ibarzo es técnico de cuidados auxiliares de enfermería en la Residencia Javalambre, y una de las pocas personas que ahora ven los ancianos, que están lo más aislados que es posible para evitar contagios. 

-¿Cómo están viviendo esta situación de la pandemia los auxiliares de enfermería que cuidan a los ancianos?

-Lo estamos viviendo dentro de lo que hay bastante bien. Tenemos a los abuelicos, pobrecicos, muy tristes, los levantamos y cada uno está en su habitación, no se pueden hablar entre ellos, los tenemos aislados para evitar el mayor contagio posible. 

-No entra nadie más que ustedes en la residencia.

-Les están haciendo videollamadas con una tablet para que puedan ver a sus hijos y a sus nietos. Es muy triste porque hay muchos abuelicos que han dejado de comer porque notan algo raro. Nos ven vestidos con las pantallas y con las mascarillas y saben que algo está pasando, pero muchos pobrecicos no se enteran de lo que ocurre.

-¿Ven televisión, están al corriente de lo que pasa?

-Por ejemplo en mi planta hay tres o cuatro que sí y se enteran perfectamente porque están muy normales, pero luego la mayoría, pobrecicos, aunque vean la tele no se enteran de lo que está pasando porque su capacidad ya no les llega para saber lo que hay.

-¿Qué les explican ustedes?

-Les explicamos un poquico el tema porque muchos lloran de que sus hijos no van a verlos, y les decimos que hay un bicho fuera, que no se puede salir, pero ellos no lo entienden. Es muy triste la situación, más que para nosotros incluso para ellos.

-¿Qué dicen los familiares? 

-Los familiares entienden perfectamente la situación. Tenemos un horario en el que llaman para preguntarnos como está su padre, su madre o su abuelo, y les vamos informando. Hacen videollamadas para que los puedan ver, y también hemos creado un grupo de Facebook. 

-De alguna manera ahora ustedes son su apoyo emocional.

-Pues sí, la verdad que sí, es a nosotras a las únicas que nos ven, claro. A los médicos, ATS, a los limpiadores y en realidad solo nos tienen a nosotros, al equipo, que son a los únicos que ven, hablan con nosotros y no hay nada más porque sus familiares, desgraciadamente, ahora mismo pues no pueden estar.

-Es una labor humanitaria la que hacen.

-Realmente sí porque hay veces que no sabes cómo explicarles, porque es como hablar con chiquillos pequeños, unos te entienden y otros no. A veces te entran ganas de llorar, y de entrada a mis compañeros y a mí con las videollamadas se nos han saltado las lágrimas. Los abuelos no entienden de tecnologías pero están viendo a sus hijos en un aparato e inmediatamente van a besar el móvil, o la tablet, y preguntan por qué no van a verlo. La situación es muy triste, sobre todo para ellos.

-¿Tienen suficientes equipos de protección?

-Está bastante normalizada esa situación porque nos trajeron al principio de una imprenta pantallas que nos hicieron con unas esponjas y demás, y luego nos trajeron a cuatro por planta de las buenas, y ahora hay una empresa que se ha portado también muy bien y nos han hecho una máscara para cada uno de los trabajadores. También se han volcado muchas mujeres mayores desde los pueblos que nos han hecho mascarillas y nos las trae la Guardia Civil o la Policía. Llevamos doble guante, batas por si hay algún caso irregular. Tampoco es un hospital  que estemos en contacto directo con un coronavirus.

-¿En qué podría colaborar la sociedad desde sus casas para ayudarles?

-Yo ahora mismo creo que está todo bien hecho porque nos proporcionan mascarillas, las máscaras para trabajar, batas seguimos teniendo y los aplausos de las ocho te emocionan muchísimo. Lo único que pedimos a la sociedad es que estemos lo más tranquilo que podamos estar, que es como estamos ahora intentando hacer videollamadas para ver a los abuelos. 

-¿Qué sienten al oír esos aplausos de las ocho?

-Es una emoción que no sé cómo explicar, que te llena que en ese momento te sientes orgulloso de ser sanitario, basurero, limpiador, que hay mucha gente implicada. Ahora estamos trabajando como más humanizados todos dándonos cuenta de lo que es nuestro trabajo y que la gente te lo agradezca. Ese apoyo creo que nos está haciendo como más fuertes, es muy bonito y te entran ganas de llorar.

-¿Están en primera línea para frenar la pandemia, cómo es el día a día de su trabajo?

-A mí el día a día me ha cambiado muchísimo. Estoy casada y con dos hijos y cada uno está en un sitio distinto para evitar esta pandemia, porque yo soy la más propensa a cogerlo.

-¿Cómo les está afectando esto emocionalmente?

-Cuando te aplauden te sientes muy orgullosa de tu trabajo, y te hace más fuerte. Entramos un poco tristes, pero luego entre los compañeros cuentas un chiste, hacemos cosicas para entretenernos, y procuramos no pensar porque trabajar con máscara es muy incómodo. Esto nos está dando más fortaleza, por lo menos en mi planta, tampoco podemos salir de ella.

-¿Qué debemos aprender de esta pandemia?

-Deberíamos aprender que la vida da muchas vueltas, que tenemos que ser mucho más sencillos y mucho más humildes y más buenas personas de lo que somos normalmente, porque la vida nos está enseñando que no somos nada. Y que desde luego tenemos que cuidar muchísimo mejor de las personas, sobre todo de los ancianos, que nos han enseñado y nos están dando una buena lección en la vida, que ellos son los que más han sufrido y vuelven a sufrir otra vez. Y si de esto no aprendemos nada, es que no somos humanos.