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Ternera trashumante del campo a la mesa: la apuesta de dos ganaderos de Fortanete Ternera trashumante del campo a la mesa: la apuesta de dos ganaderos de Fortanete
María Pila y Juan Martorell son de Fortanete y hacen la vereda con sus vacas hasta los puertos entre Tortosa y Beceite. CMphotography

Ternera trashumante del campo a la mesa: la apuesta de dos ganaderos de Fortanete

Los hermanos Martorell sacrifican y reparten sus vacas entre clientes que demandan esta carne
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Cruz Aguilar

La venta directa entre productor y consumidor llega a su máxima expresión en Sabor Trashumante, la marca de carne de ternera bajo la que Juan, de 34 años, y María Pilar Martorell, de 31, comercializan sus terneras, todas ellas alimentadas de forma natural a lo largo de toda la vida. Sus vacas pastan hasta que presentan un estado óptimo para ser sacrificadas y la carne se reparte entre todas las personas que previamente se han apuntado para recibir su lote en casa.

Esta forma de consumir carne no tiene nada que ver con ir al supermercado. El comprador se apunta en una lista y sabe que, cuando haya suficiente demanda para el reparto de una ternera en su zona, el animal será sacrificado y los lotes distribuidos. Recibirá en su casa una caja con 10 kilos en el que hay chuletas, filetes, churrasco, carne picada… “La gente no elige, va de todo el anima por igual”, explica Juan Martorell, que es de Fortanete. 

Los hermanos se ocupan de hacer la lista y “hasta que no hay suficiente gente en una zona” no se lleva al animal al matadero. Cada vaca se reparte entre unas 10 o 12 personas, dependiendo del tamaño de la misma porque, como precisa el pastor trashumante, a diferencia de la carne que procede de cebaderos industriales, no se eligen los terneros por el peso, sino porque “estén bien hechos, que su cuerpo esté bien engrasado”, especifica. Por ello, de un animal a otro se pueden llevar entre 30 o 40 años.

Los hermanos Martorell tomaron la decisión de vender directamente su propia carne porque veían como sus terneras, alimentadas siempre de pastos naturales y criadas sin estrés, con agua de manantial, acababan en un cebadero mezcladas con animales criados de forma industrial.

Ellos consideran que el producto que ofrecen no tiene nada que ver con ese otro tipo de carne y deseaban que llegara a los consumidores. A ello se sumó la bajada continua de los precios de la carne en vivo: “No nos estaban saliendo del todo bien las cuentas y teníamos la sensación de que, al hacer trashumancia, criábamos un producto fenomenal que se llevaba a cebaderos y se mezclaba con la producción industrial”, relata el ganadero. 

El año pasado hicieron una prueba con 20 animales y la respuesta de los consumidores fue muy buena, tanto que este año tienen previsto comercializar por este sistema del campo a la mesa otros 60 terneros. Este año no han vendido a mayoristas y al final de año verán si la rentabilidad obtenida es la esperada. Las hembras las venden para vida a otras explotaciones y son los machos los que dedican a la carne.  Se trata de animales que han vivido sin estrés, al aire libre, bebiendo agua corriente, “en unas condiciones de bienestar animal impresionantes”, dice Martorell. Sus vacas solo están encerradas durante un mes y medio antes del sacrificio para ser alimentados con pienso y paja, pero  cuentan con cercados grandes en los que siguen teniendo libertad de movimiento. “No es lo mismo engordar a 10, 20 o 30 animales que meter en una nave a 10.000 terneros”, especifica. 

Aunque se sacrifican con una edad que ronda el año, todos hacen la trashumancia al menos una vez entre los pastos de Fortanete, en el Maestrazgo de Teruel y los Puertos de Tortosa y Beceite. Son terneros trashumantes de la raza avileña-negra ibérica y berrenda en negro y en colorado que componen una ganadería extensiva de 120 cabezas.

Distribuyen carne a varias zonas y ellos mismos se ocupan del reparto. Además, se trata de una producción limitada y escalonada, puesto que solo venden terneros criados en su propia explotación. De momento reparten a distintas zonas de la provincia de Teruel, como el Bajo Aragón, el Matarraña o la capital turolense. Por otro lado abarcan la zona del delta del Ebro  hasta Castellón y Valencia y llegan hasta Zaragoza.

Compromiso con el territorio

Entre sus compradores hay gente joven a la que le gustan los productos de calidad, comprometidos con el medio ambiente y el territorio, pero también mayores que buscan un alimento diferente a la del supermercado. “Nos llama mucha gente que ha oído hablar de nosotros y quieren comer carne que sea carne”, relata. Eso sí, todos los que compran repiten y eso que son conscientes que el pedido puede tardar en llegarles un mes o mes y medio y que, además, no eligen el momento en el que lo van a recibir. Eso sí, cuando les llega encargan ya el siguiente porque saben que la producción es limitada y no quieren quedarse sin ella.