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El hierro de José Azul y la madera de Juan Flores se alían en Burbáguena

La sala del Cuco de la localidad del Jiloca acoge una exposición conjunta de escultura
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El salón del Cuco de Burbáguena acogerá durante todo el verano la exposición de escultura Caminorural, que reúne piezas del turolense José Azul, en hierro y materiales reciclados, y del valenciano Juan Flores, en madera pulida. Está previsto que la exposición permanezca durante todo el verano aunque podría prolongarse hasta los últimos meses del año. Para visitarla es necesario llamar al 686516363 para solicitar cita previa. 

Caminorural responde a la muestra anual en la que José Azul suele organizar durante la semana cultural de Burbáguena, en la que habitualmente expone junto a algún otro artista de ámbito similar. En esta ocasión se trata de Juan Flores, escultor valenciano que acompaña al del Jiloca con cerca de 20 piezas que abarcan una amplia horquilla de tiempo, desde 2003 hasta 2019. Ambos se conocieron a partir de una amiga común, de Burbáguena: “Le vi exponer en la sala Ciutat Vella de Valencia por mediación de una amiga común, durante las navidades de 2018 y 2019. Me pareció un trabajo muy interesante y durante la última exposición nos conocimos y me propuso hacer una conjunta en Burbáguena, lo que me pareció una gran idea”. 

Aunque Flores ha llevado a la localidad turolense una muestra más o menos heterogénea de su trabajo, las dieciocho piezas que pueden verse allí responden a tres de las líneas fundamentales que ha llevado en su trabajo desde 2003, separadas por periodos de cierta inactividad que acostumbrar a provocar ciertos cambios en la dirección de su actividad escultórica. 

La primera de ellas, primera por orden cronológico, es quizá la más figurativa y bebe directamente del periodo en el que Flores trabajó en Costa Rica. “Tienen una influencia más tribal, más indígena, que convergen de algún modo con mi mentalidad más occidental”. A esa serie pertenecen piezas como Danza o Capitalisme.

Las otras dos líneas de trabajo no corresponden exactamente a series concretas pero sí a conceptos escultóricos diferentes. En una de ellas, que Flores denomina Movimientos, de algún modo el escultor trata de romper la hegemonía de la línea recta como indicador de la perfección, y de algún modo está vinculada a su profesión como delineante en gabinetes de arquitectura. “Se trata de desafiar a lo recto como metáfora de la disciplina y el orden, romper esos 5 mm de tolerancia que tengo como delineante”, a través de formas  estilizadas y orgánicas, que no representan ni mucho menos una ruptura con respecto a trabajos anteriores o posteriores, aunque en este caso adquieren la mayor parte del  protagonismo.

Por último, la línea de Cubos relativos supone una exploración sobre el tiempo y los universos paralelos  a través del interés que suscitan los espacios entre el material esculpido. “En este caso me intereso por los vacíos, los tránsitos entre la madera, lo que sucede entre las diferentes partes del soporte, como esas vidas paralelas que todos podemos tener”. 

Son tres líneas de trabajo que suponen una muestra retrospectiva bastante completa del autor, si bien sus referentes estéticos y conceptuales no se quedan ahí, ya que además trabaja bastante la piedra y una parte importante de su actividad tiene que ver con el arte social y comprometido, si bien algunas piezas que no responden exactamente a eso también suelen tener alguna segunda lectura implícita. Es el caso, por ejemplo, de Alienados, un grupo de cinco piezas escultóricas que reproducen las figuras que habitualmente se relacionan con los alienígenas del cine y la televisión, provocando un juego de palabras conceptual. Las cinco piezas presentan un hueco en sus cabezas que mueven al observador a mirarlas de forma que queden alineadas, colocándose sin darse cuenta como una sexta figura, en el punto donde el escultor lo quería llevar produciéndose, por tanto, una pequeña y divertida alienación de su voluntad. 

Analizadas las diferencias entre los diversos momentos creativos de Juan Flores, las piezas expuestas en Burbáguena también permiten extraer rasgos comunes que sintetizan su quehacer: “Entre los rasgos comunes destaca la madera muy pulida, de forma que la textura es un elemento muy importante de la escultura, hasta el punto de que están creadas para tocarlas, mi intención es que a través del tacto trasciendan todos los sentidos en la obra, y no solo lo visual”. Además la obra de Flores destaca por el uso del color, a través de pigmento, latex o resinas que se dejan caer sobre la madera, y la casi ausencia de aristas, donde las formas redondeadas, irregulares y orgánicas suelen dominar. 

Criaturas que pululan

En cuanto a José Azul, también expone un ramillete de obra que abarca un extenso trecho temporal, desde obras relativamente antiguas, pertenecientes a su serie Criaturas que pululan, sin terminar, hasta piezas creadas durante el confinamiento “o incluso algunas que pueden estar hechas la semana pasada, porque yo no paro de hacer cosas nuevas”. 

El mundo artístico que inspira a José Azul sigue siendo la flora y la fauna con piezas metálicas recicladas o herramientas en desuso; desde gallos o tortugas creadas con una cadena de motocicleta, herraduras y un fragmento de un pico viejo, hasta pequeños insectos fantásticos o híbridos imposibles. 

También la Covid-19 tiene presencia en la exposición, con una peculiar visión del coronavirus salida del taller de forja de José Azul, con una peculiar historia. Según el propio artista, “antes de todo esto que está ocurriendo hice pequeñas esculturas basadas en flores de cardo para una exposición en Valencia. Cuando empezó a hablarse en todos los sitios de la pandemia caí en la cuenta de que los iconos que se hacían del coronavirus eran muy parecidos a eso, unos clavos de puerta en torno a una bola”. 

El escultor fabricó desde su taller una pieza basada en ese diseño pero pensando en el famoso coronavirus, a la que ha añadido una varilla fina que lo sujeta a la base y gracias a la cual es posible imprimirle un movimiento de balanceo con las manos. Esto ocurrió a finales de marzo y José Azul pensaba regalar el diseño a algún centro sanitario, “pero está siendo todo tan grave, mucho más de lo que nos pensábamos entonces, que ya no estoy seguro de haber acertado haciéndolo. Seguramente mucha gente no querrá ni volver a oir hablar del coronavirus cuando todo esto acabe”.