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‘Cum laude’ Glacial ‘Cum laude’ Glacial
EFE/Rodrigo Jiménez

‘Cum laude’ Glacial

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Javier Silvestre

Ha pasado lo impensable: ha nevado. Y mucho. Nadie lo dijo. Nadie había previsto que pasaría y nos ha pillado a todos a contrapié. ¡Ah, no! Perdón. Que hacía una semana que se había avisado con insistencia. Que estaba prevista hasta la hora exacta en la que empezaría a nevar con fuerza y que a muchos les ha pillado sin los deberes hechos. Pero ante algo tan aparentemente inocuo como la nieve reaparece nuestra cara más gélida como sociedad: la que sólo ataca, critica y destroza lo que hace el enemigo.

Para empezar están los que  muestran su enfermiza obsesión contra Madrid y su centralismo informativo. Es algo que no se puede negar que exista pero que también ocurre a nivel aragonés o incluso provincial entre Teruel y Alcañiz. Pero ya sabemos que como la cuestión es atizar, incluso algunos compañeros periodistas aireaban su disconformidad con que fuese noticia que seis millones de personas tuvieran medio metro de nieve en la puerta de su casa. Quizás deberían regresar durante unos meses a la facultad de Periodismo. 

Eso por no hablar de los que maldecían a las Administraciones porque no habían previsto nada ante la histórica nevada. Nuevamente premisa falsa, ya que desde 24 horas antes del azote de Filomena, todo estaba preparado y se habían tirado ya toneladas y más toneladas de sal en las calles y carreteras para intentar minimizar los efectos de la primera alerta roja por nieve de la historia en Madrid. Casualmente, estos críticos de mecha corta son los mismos que, meses atrás, justificaban que no se podía prever la pandemia de la Covid-19 en nuestro país. ¡Qué cosas!

Más de 300 conductores dormían atrapados en sus coches. ¡Un desastre! Pero, ¿cuántos llevaban cadenas? ¿Cuántos habían hecho caso a las recomendaciones que durante todo el día estuvimos dando en los medios de comunicación para ir preparados? Mucha gente quedó atrapada precisamente porque cientos de conductores desoyeron los consejos y bloquearon las carreteras, incluso para las quitanieves. Pero la responsabilidad, como siempre, para el de arriba...

El nivel de bilis es tal que incluso se pone el grito en el cielo por salir un sábado por la tarde a hacer un muñeco de nieve en la calle; por participar en una guerra de bolas de nieve en la plaza de Callao o por bajar la Gran Vía con unos esquíes. Todo mal, como siempre, para el que sienta cátedra públicamente en Twitter y señala con el dedo, con esa autoridad moral que nos hemos otorgado sin despegar el culo del sofá de casa. 

No hay duda de que vivimos desquiciados, que nos han convertido en enemigos en vez de en conciudadanos. Estamos tan pendientes del fallo del adversario que no le damos ni tiempo a equivocarse antes de destrozarlo públicamente. Nos creemos expertos ilustrados en absolutamente todas las materias, pero en realidad tan sólo somos unos catetos de manual en busca del aplauso fácil a manos de nuestros iguales.

La nevada dejará paso al hielo. Habrá que soportar entonces a los cum laude en Ciencias Glaciales que aportarán todo tipo de nociones basadas en su dilatada experiencia en los whisky on the rocks. Pero es lo que toca aguantar durante los próximos días. Y sino, al tiempo… Al tiempo helado. Esto promete.