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Salvador Baena, antropólogo forense: “El criminal siempre se deja algo en la escena del crimen, y siempre se lleva algo” Salvador Baena, antropólogo forense: “El criminal siempre se deja algo en la escena del crimen, y siempre se lleva algo”
Salvador Baena, durante la charla que ofreció en el Espacio Escénico de Andorra

Salvador Baena, antropólogo forense: “El criminal siempre se deja algo en la escena del crimen, y siempre se lleva algo”

El médico del Instituto de Medicina Legal de Aragón ofreció una charla sobre su trabajo en Andorra
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Salvador Baena, antropólogo forense y médico del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Aragón, ofreció esta semana en Andorra la conferencia La escena del crimen, en el contexto del Festival Aragón Negro. Allí explicó los entresijos del oficio de médico forense y desterró un buen número de tópicos. 

-La medicina forense está de moda gracias a la literatura y sobre todo al cine y la televisión, que ha desarrollado productos en los que es la auténtica protagonista. ¿En qué grado la ficción se parece a la realidad?

-Lo más inverosímil es que un profesional tarda horas o incluso días en analizar la escena de un crimen, y las investigaciones se prolongan durante años, mientras que las series de TV lo resuelven todo en 40 minutos. En ese sentido a veces la sociedad nos pide una premura que es impensable, porque un análisis no obtiene resultados casi al instante, como ocurre en televisión. Por otra parte, en lo que sí es bastante fiel la ficción es en que la ciencia forense utiliza tecnología punta y equipos muy modernos.

-¿Hasta qué punto es importante el médico forense en una investigación criminal?

-Antes de nada me gustaría aclarar que suele mezclarse a los forenses y a la policía. Nosotros dependemos del juez de instrucción y de la justicia, no del Ministerio del Interior o la Policía. Otra cosa es que trabajemos en equipo durante las investigaciones. Dicho esto, cuando vamos a la escena de un crimen hay una gran joya de la investigación, que es la propia víctima. Es un patrón para encontrar indicios; pelo, sangre, ropa, orina, manchas o la propia acción que provocó la muerte. Todo lo que no es cadáver corresponde su análisis a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, aunque ambos hacemos coincidir pruebas y resultados para conocer qué ha ocurrido. 

-¿Pero hasta qué punto son determinantes las pruebas que se encuentran en un cadáver?

-Forman parte de un conjunto de pruebas y todas pueden ser determinantes o no. Pero es cierto que en algunos casos, como las evidencias de ADN, son importantísimas porque establecen un vínculo entre dos personas, y si una es la víctima la otra puede ser el homicida. Esto viene de un principio conocido como el de intercambio; el criminal siempre se deja algo y siempre se lleva algo. Cuando vehiculas este principio tienes un elemento probatorio muy importante. 

-El desarrollo de la investigación con ADN debió de suponer un antes y un después en las investigaciones forenses, ¿no?

-Fue un enorme giro, pero el ADN te exige que no abandones el resto de pruebas. En ocasiones el ADN falla, y en ocasiones se tardan meses en obtener resultados que te ayudan, así que tienes que tener otros elementos, patrones de manchas, sangre, fotos, reconstrucciones u otras evidencias que te abran otros caminos para que la investigación vaya avanzando y no se estanque. 

-¿Un asesino puede aprender a ocultar su crimen viendo las series de asesinos?

-Al estar de moda estas ficciones los criminales tienen una mayor conciencia forense. Muchos delincuentes usan guantes, intentan hacer desaparecer las manchas... Esto dificulta la investigación, pero el investigador siempre va un paso más allá y tiene que buscar esas rendijas en las que el criminal está fracasando. Es un tópico pero también una realidad bien cierta; no hay crimen perfecto sino mala investigación. 

-¿Hay que estar hecho de una pasta especial para trabajar con cadáveres?

-La muerte es consustancial al nacimiento. Y te vas acostumbrando a ella. Miras un cadáver y lo ves como una victoria, cuando ayuda a resolver una investigación, como un ser humano, y siempre como un igual, porque todos acabaremos muriendo de un modo u otro. El último gran tributo a un cadáver es intentar extraer la información que te permita resolver un crimen, si lo ha habido, siendo profesional y manteniendo en todo momento la dignidad del cadáver. Pero más allá de eso, la muerte nos afecta como a todo el mundo, porque no dejamos de ser seres humanos. Cuando trabajamos nos tenemos que poner un escudo, pero luego te lo llevas a tu casa.

-¿Recuerda algún caso o alguna investigación que le marcara especialmente?

-Desde luego recuerdo mucho los grandes crímenes, pero algo que me impactó profundamente, porque entonces era padre de niños pequeños, fue cuando atendimos la catástrofe del camping de Las Nieves, en Biescas (1996). Allí se juntaban muchos factores; 87 muertos, verano con muchas familias de vacaciones y muchos, muchos niños pequeños. Eso me generó un impacto y una fatiga emocional enormes, y lo recuerdo como un antes y un después en mi carrera. Desde luego fue un reto profesional duro. 

-Usted visitó Andorra para pronunciar su charla en el contexto del Festival Aragón Negro, pero ¿le atrae especialmente el género negro en la literatura o el cine, o tiene suficiente en su día a día?

-No es el género que más me atrae, porque leo sobre todo novela histórica, aunque si en ella se incluye algún thriller negro también me atrae. Con el género negro me une sobre todo cierta amistad con algunos escritores, que me llaman de vez en cuando para pedir consejo y asesoramiento. 

-¿Son fidedignos los escritores de género negro? ¿Hacen caso de sus indicaciones?

-La experiencia personal en mi pequeño círculo es que los escritores soy muy serios y concienzudos. Ya hace quince años que Juan Bolea, organizador del FAN, trajo escritores de todo el mundo, entre ellos Noah Gordon, y les dimos una serie de charlas. Tomaron buena nota de que la realidad, siempre, supera a la ficción.