En marzo de 2020, Pilar Grau estaba hasta arriba de faena con la organización de las Jornadas Nacionales de Exaltación del Tambor y el Bombo que finalmente no pudieron celebrarse. Menos de un año después, la hostelera anuncia que cierra el Hostal Alcorisa el 28 de febrero ahogada por la crisis económica derivada de la Covid-19. Compró una máquina de kebabs e incorporó menús para llevar para salvar los muebles, pero ni aún así. Emprendedora incansable, no teme al futuro, pero sí al virus.
-Después de seis años ha decidido cerrar. ¿Por qué?
-El 28 de febrero será el último día que abramos. El motivo es claro: la economía no funciona en este momento y un bar pequeño tiene poco gasto, pero aquí tenemos 18 habitaciones, un comedor de cien personas que no se trabaja, una terraza grande y el bar, pero llevamos un año que no se mueve y al segundo mes que debes el alquiler hay que tomar una decisión para que la bola no se haga más grande. El detonante total es que hace un año que no damos habitaciones porque no hay ninguna movilidad y con 70 cafés por la mañana y tres comidas no se puede vivir.
-¿Cierra todo para siempre, aunque mejore la situación?
-Cierro del todo porque con el movimiento actual de clientes no puedo seguir así. Y no lo voy a retomar, tiraré por otro lado y tomaré estos años como una fase más de mi vida. Estoy muy contenta porque me voy bien y a todo el mundo le da pena que cierre. La gente se ha tomado aquí sus tostadas, su café, sus cenas, comidas, kebabs… Estamos muy satisfechos con la clientela.
-¿De qué forma ha intentado salvar el negocio?
-Compré una máquina para hacer kebab que me ha salvado este año, pero ha llegado un momento que también ha bajado la demanda. Compré una nevera frigorífica de carnicería para exponer comidas para llevar, con cinco o seis primeros y otros tantos segundos. La gente venía, lo empaquetábamos y se lo llevaban. Aún va viniendo alguno, pero solo dos o tres.
-Tiene fama de emprendedora. ¿Ha pensado ya en liarse la manta a la cabeza con algún nuevo proyecto?
-Ahora mismo no es momento para nada porque no vemos movimiento por ningún lado. Me pagué un curso de tanatoestética, para maquillar a los muertos, y voy a retomarlo para sacarme el título. Eso no falla. Empecé a estudiar y lo dejé porque se multiplicó la faena en el hostal. Han sido años con mucho trabajo, con bodas de oro, comuniones, bautizos, cenas de fiestas, Santa Águeda, los enamorados, Semana Cultural… Hasta cien personas dábamos, y la noche de la Rompida de la Hora casi nada, más las 40 camas llenas. Y soy ganadora del concurso de tapas durante varios años, tengo muchos premios y estoy muy contenta porque he trabajado y me he esforzado. Y el año pasado el Ayuntamiento me hizo un contrato para llevar las literas de las Jornadas Nacionales del Tambor y el Bombo en el polideportivo, pero vino el bicho y se fue todo al garete.
-Se puede decir que ha pasado del todo a la nada en menos de un año...
-Como soy movida me pidieron que llevara las cien literas y llené las 200 camas. Estaba lleno y se ha devuelto todo el dinero. Pero el ayuntamiento se ha tenido que hacer cargo de las pérdidas y los 2.000 euros que no me perdonó el que alquiló las literas, porque en el contrato lo que nunca se imaginó nadie es que Alcorisa no pudiera celebrar las jornadas. Hace un año estábamos a tope, me ayudaba mi madre y tenía cuatro trabajadores. Pero ahora mi madre se ha ido a Alcañiz y ahí está encerradica, y acabaremos yo y otra chica. Me ha costado pero me he hecho a la idea de que no puedo seguir así, cuando tienes gastos y pocos ingresos lo mejor es dejarlo.
-¿A qué se dedicaba antes?
-Tuve un centro de estética durante seis años que dejé porque empezó la crisis anterior y la gente ya se quitaba los pelos en casa (ríe). Yo soy de Mazaleón y de joven estuve en el taller de Santiago Rams, cosiendo y planchando. También he hecho tatuajes, piercings… Mientras nos han dejado mover he ido a ponerlos.
-Usted causó sensación con un sex shop en Alcañiz.
-¡Es verdad! Eso fue total, abrí un sex shop en Alcañiz durante tres años, el único de la provincia de Teruel. Y el tupersex, La Maleta Roja. Cuando me ven por ahí me saludan todas las que me han visto con la maleta para arriba y para abajo. Fue una experiencia muy bonita, aún tengo cachibaches. También he sido feriante, vendiendo queso y embutido de Ejulve, y manteles antimanchas.
-¿Una todoterreno como usted teme por el futuro?
-No, siempre me he ganado la vida de una u otra forma y he pagado todo. Llevo 20 años cotizados y no le tengo miedo a nada, pero sí al Covid, que no caiga enferma. Voy con mi mascarilla y que sea lo que Dios quiera. Me da más miedo enfermar que trabajar, tengo 50 años y a día de hoy no me da miedo la situación económica pese a que he tenido que cerrar un negocio. Ahora seguiré estudiando la tanatoestética, haré las prácticas en Zaragoza y le pediré trabajo al Jover o a quien trabaje por aquí. Una cosa que poca gente sabe es que también soy zahorí, busco pozos de agua. La cuestión es ganarse la vida dignamente y sin ningún miedo a nada, me gusta aprender.
-En todo este rato de conversación no le he oído quejarse de la falta de ayudas para la hostelería, pero imagino que también tendrá su mensaje.
-Pues sí, porque no nos tienen en cuenta para nada. Somos el último eslabón de la cadena. Ojalá fuera yo la última en cerrar, pero me temo que caerán más bares si no mandan ayudas directas, como en Alemania. Somos los apestados de la epidemia, no es normal que a las seis de la tarde tengas que cerrar un bar. Lo peor es que la gente se está acostumbrando a no salir.
En marzo de 2020, Pilar Grau estaba hasta arriba de faena con la organización de las Jornadas Nacionales de Exaltación del Tambor y el Bombo que finalmente no pudieron celebrarse. Menos de un año después, la hostelera anuncia que cierra el Hostal Alcorisa el 28 de febrero ahogada por la crisis económica derivada de la Covid-19. Compró una máquina de kebabs e incorporó menús para llevar para salvar los muebles, pero ni aún así. Emprendedora incansable, no teme al futuro, pero sí al virus.
-Después de seis años ha decidido cerrar. ¿Por qué?
-El 28 de febrero será el último día que abramos. El motivo es claro: la economía no funciona en este momento y un bar pequeño tiene poco gasto, pero aquí tenemos 18 habitaciones, un comedor de cien personas que no se trabaja, una terraza grande y el bar, pero llevamos un año que no se mueve y al segundo mes que debes el alquiler hay que tomar una decisión para que la bola no se haga más grande. El detonante total es que hace un año que no damos habitaciones porque no hay ninguna movilidad y con 70 cafés por la mañana y tres comidas no se puede vivir.
-¿Cierra todo para siempre, aunque mejore la situación?
-Cierro del todo porque con el movimiento actual de clientes no puedo seguir así. Y no lo voy a retomar, tiraré por otro lado y tomaré estos años como una fase más de mi vida. Estoy muy contenta porque me voy bien y a todo el mundo le da pena que cierre. La gente se ha tomado aquí sus tostadas, su café, sus cenas, comidas, kebabs… Estamos muy satisfechos con la clientela.
-¿De qué forma ha intentado salvar el negocio?
-Compré una máquina para hacer kebab que me ha salvado este año, pero ha llegado un momento que también ha bajado la demanda. Compré una nevera frigorífica de carnicería para exponer comidas para llevar, con cinco o seis primeros y otros tantos segundos. La gente venía, lo empaquetábamos y se lo llevaban. Aún va viniendo alguno, pero solo dos o tres.
-Tiene fama de emprendedora. ¿Ha pensado ya en liarse la manta a la cabeza con algún nuevo proyecto?
-Ahora mismo no es momento para nada porque no vemos movimiento por ningún lado. Me pagué un curso de tanatoestética, para maquillar a los muertos, y voy a retomarlo para sacarme el título. Eso no falla. Empecé a estudiar y lo dejé porque se multiplicó la faena en el hostal. Han sido años con mucho trabajo, con bodas de oro, comuniones, bautizos, cenas de fiestas, Santa Águeda, los enamorados, Semana Cultural… Hasta cien personas dábamos, y la noche de la Rompida de la Hora casi nada, más las 40 camas llenas. Y soy ganadora del concurso de tapas durante varios años, tengo muchos premios y estoy muy contenta porque he trabajado y me he esforzado. Y el año pasado el Ayuntamiento me hizo un contrato para llevar las literas de las Jornadas Nacionales del Tambor y el Bombo en el polideportivo, pero vino el bicho y se fue todo al garete.
-Se puede decir que ha pasado del todo a la nada en menos de un año...
-Como soy movida me pidieron que llevara las cien literas y llené las 200 camas. Estaba lleno y se ha devuelto todo el dinero. Pero el ayuntamiento se ha tenido que hacer cargo de las pérdidas y los 2.000 euros que no me perdonó el que alquiló las literas, porque en el contrato lo que nunca se imaginó nadie es que Alcorisa no pudiera celebrar las jornadas. Hace un año estábamos a tope, me ayudaba mi madre y tenía cuatro trabajadores. Pero ahora mi madre se ha ido a Alcañiz y ahí está encerradica, y acabaremos yo y otra chica. Me ha costado pero me he hecho a la idea de que no puedo seguir así, cuando tienes gastos y pocos ingresos lo mejor es dejarlo.
-¿A qué se dedicaba antes?
-Tuve un centro de estética durante seis años que dejé porque empezó la crisis anterior y la gente ya se quitaba los pelos en casa (ríe). Yo soy de Mazaleón y de joven estuve en el taller de Santiago Rams, cosiendo y planchando. También he hecho tatuajes, piercings… Mientras nos han dejado mover he ido a ponerlos.
-Usted causó sensación con un sex shop en Alcañiz.
-¡Es verdad! Eso fue total, abrí un sex shop en Alcañiz durante tres años, el único de la provincia de Teruel. Y el tupersex, La Maleta Roja. Cuando me ven por ahí me saludan todas las que me han visto con la maleta para arriba y para abajo. Fue una experiencia muy bonita, aún tengo cachibaches. También he sido feriante, vendiendo queso y embutido de Ejulve, y manteles antimanchas.
-¿Una todoterreno como usted teme por el futuro?
-No, siempre me he ganado la vida de una u otra forma y he pagado todo. Llevo 20 años cotizados y no le tengo miedo a nada, pero sí al Covid, que no caiga enferma. Voy con mi mascarilla y que sea lo que Dios quiera. Me da más miedo enfermar que trabajar, tengo 50 años y a día de hoy no me da miedo la situación económica pese a que he tenido que cerrar un negocio. Ahora seguiré estudiando la tanatoestética, haré las prácticas en Zaragoza y le pediré trabajo al Jover o a quien trabaje por aquí. Una cosa que poca gente sabe es que también soy zahorí, busco pozos de agua. La cuestión es ganarse la vida dignamente y sin ningún miedo a nada, me gusta aprender.
-En todo este rato de conversación no le he oído quejarse de la falta de ayudas para la hostelería, pero imagino que también tendrá su mensaje.
-Pues sí, porque no nos tienen en cuenta para nada. Somos el último eslabón de la cadena. Ojalá fuera yo la última en cerrar, pero me temo que caerán más bares si no mandan ayudas directas, como en Alemania. Somos los apestados de la epidemia, no es normal que a las seis de la tarde tengas que cerrar un bar. Lo peor es que la gente se está acostumbrando a no salir.
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