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Pink Floyd Pink Floyd
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Javier Hernández-Gracia

Recomendaría encarecidamente que en la lectura de estas líneas, el personal cogiera el Youtube y se pusiera El Muro de Pink Floyd. Entiendo que es mucho pedir y que es muy probable que alguno de los lectores ya haya pasado por la LOECE, la LOGSE, la LODE o por el mercado de los jueves en La Nevera.

El Muro salió al mercado norteamericano en 1979, reinaba por aquel entonces en España la EGB, el BUP, el COU, que había sido impulsado por el Ministro Villar Palasí, valenciano él, egresado de la Universidad de Valencia con una importante formación académica en Derecho y Filosofía y Letras e indiscutible adepto al régimen, pero eso para ser ministro era imprescindible entonces. Un bastante de la Ley de educación suiza, un poco de la italiana y una pizca de la de Francia, y salió una ley en 1970 que estuvo vigente hasta 1990 eso sí, con modificaciones.

A todo esto que acaban de leer les llamaremos antecedentes históricos. Lo siguiente que diremos es que ya empezaba a sonar lo de “estos maestros no hacen nada”, claramente ligado a otra actitud que empezaba a percibirse y que consistía básicamente en que la educación es cosa del colegio o el instituto, que para eso los llevamos. Menguaba cada vez más aquello de que a los 14 años a trabajar como hizo tu padre, más que nada porque el interés por aprender crecía. Había una única televisión, cierto, que tenía novelas con Pilar Miró o Jaime de Armiñán dirigiendo la adaptación. Los que ya tenemos una edad nunca podremos olvidar El conde de Montecristo con José Martín de Conde y Enma Cohen de chica, de Edmundo Dantés. No podremos olvidar ni queremos los Estudios1 con dramatismos sublimes como 12 Hombres sin Piedad, y aunque me esté mal en decirlo -o no- sabíamos quién era José María Rodero, Ismael Merlo, Carlos Lemos y Aurora Redondo o Cándida Losada y también Amparo Pamplona que era de Teruel.

No con esto quiero decir que aquel tiempo fuera mejor, no, era aquel tiempo; nos tocó y creo que alguna suerte hubo en el reparto, por lo menos las conversaciones al salir de misa (sí, eso también nos tocó) tenían su miga, comentando el papel y la interpretación de cada cual o haciendo significar al personal que nos habían dejado ver una película de Hitchcock sin mandarnos a la cama. Entonces eso era un hito de los grandes, hito que yo enmarcaría en blanco y negro.

Tengo un vecino hispano-rumano, se llama Dragos, tiene 16 años. Su afición es organizarse el pelo en el cristal de la puerta del patio tanto al salir como al entrar; la enseñanza está clara: la edad del pavo no entiende de nacionalidades. Me pregunta por tendencias de moda, de mayor quiere ser youtuber, influencer, ir a OT o al talento español, programa que es lo último en crear un personaje envasado en tetra brick, exprimirlo y tirarlo al contenedor si hay uno amarillo para el reciclaje bien, si no, pues al normal. Y no es la tele, es la red, las autopistas de la información nos conducen a El Muro a esa estrofa traducida: ¡Hey, profesores, dejad a los niños en paz! A fin de cuentas son solo otro ladrillo más en la pared. A fin de cuentas, solo eres otro ladrillo en la pared. Desde 1979 hasta la fecha de publicación de este Suburbio del Abismo han pasado 42 años, por tanto hace todo ese tiempo que ya Pink Floyd advertía de la diferencia entre ladrillos para hacer un muro insustancial donde el crecimiento mental se auto-flagelaba o la necesidad de abrirse al mundo de la ocurrencia, de la espontaneidad o de lo más natural en todas sus acepciones.

Sigo recomendando que el personal mientras lee esta recta final se ponga el Youtube con el video-clic original de El Muro. Ha habido muros de siempre que dirían mis vecinos del Arrabal, el de Berlín presidió nuestra niñez y nuestra juventud y la madurez de muchos, y un día todo el mundo incluido Jesús Hermida consideró que la humanidad había aprendido la lección, hasta que llegó Trump y quiso hacer uno en la frontera con México lindo y querido. Trump es un personaje que no soporto, es mentiroso y cruel, pero ademas es un hortera, eso tampoco lo soporto. Será el problema entonces que la gente no piensa nada más que en cambiarse la cocina, en vacaciones y en lo que dice Jorge Javier. Partamos de la base que a todo eso se pueden entregar la mente, no soy yo ningún párroco que lo impida, lo que pasa es que a mi me gusta el dato, unos cuantos años despues o mejor dicho, unas cuantas leyes de educación después, hemos tenido dispares cosechas que van desde adoratrices de una tontiloca que se cree que Stalin está vivo y que avanza sobre nosotros, alguna arquitecta rancia que se baña en su bilis y mal gusto cada día, y Tele5 que sigue a lo suyo. Y eso que hace 42 años ya nos decían: We don’t need no education, We dont need no thought control.