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Pueblos felices

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Juanjo Francisco

El  Boletín Oficial de Aragón publica hoy el contenido de la Directriz de Política Demográfica y contra la Despoblación que fue aprobada recientemente por el Ejecutivo aragonés y que el consejero de Vertebración del Territorio, José Luis Soro, presentó el pasado lunes en Teruel.
Tecnicismos y contenidos aparte, que esos ya se pueden consultar en las informaciones que aquí hemos publicado, el objetivo último de la medida, en palabras de Soro, es que “la gente entienda que puede ser feliz viviendo en un pueblo”. Y me parece el más loable de los objetivos, que conste.
En una primera asociación de ideas cuando leo o escucho el término felicidad, siempre me acuerdo de una película que protagonizaron Verónica Forqué y Antonio Resines en el lejano 1997, El tiempo de la felicidad. El escenario era la Ibiza de los últimos hippies setenteros. Una delicia de historia. Pero no tiene nada que ver con lo que estamos, por muy empeñado que me ponga en hacer extraños compañeros de viaje. Ibiza no es Teruel.
Teruel necesita pobladores porque los pueblos se están conviertiendo en callejones por donde solo corre el viento y la Directriz va a poner medios para evitarlo, seguro.
De su éxito o fracaso el tiempo nos dará pistas porque la tarea va a ser de enjundia. De momento, en la gran mayoría de nuestros pueblos los únicos nuevos pobladores que parecen haberle tomado la medida al ambiente rural son las familias marroquís que se instalan con sus pequeños. Y con este dato no quiero otra cosa que alabar el interés de ese colectivo de inmigrantes -el único que parece capaz de combatir la rudeza del campo y la compañía de la soledad reinante- por instalarse en esta tierra. Pero, a ojos de un observador curioso, no parece muy corriente que ese colectivo de repobladores se integre del todo en la dinámica social y vecinal de los pueblos. Suelen vivir su vida, y nada tengo contra ello, pero también habría que preparse, si todo sigue así, para una futura desnaturalización de la vida rural turolense, un peaje para nada descartable.