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El personal se pregunta

Vivimos unos días de bastante agitación social y política a cuenta de las inversiones en esta provincia. Es algo cíclico aunque esta vez el asunto se ha enmarañado. Justo en vísperas de conocer los contenidos de los Presupuestos Generales del Estado, que cada vez despiertan menos expectación, dicho sea de paso, saltó a la actualidad, como ya ocurrió a principios de este siglo, el deplorable estado de la vía férrea en todo el tramo que va de Zaragoza a Valencia y que presenta seria amenaza de entrar en estado ruinoso. La movilización social ha vuelto a ser importante después de unos años de cierta desidia y el problema late potente. Las administraciones, puestas en un brete dentro de las posibilidades de presión que ofrece Teruel, han intentado reaccionar, descubriendo con ello ciertas miserias propias. Desde el Gobierno de Madrid se anunciaron unas prontas inversiones, que de tal tienen poco ya que el montante va practicamente a reparaciones y ciertas mejoras que impidan el deterioro total pero que, en definitiva, son algo. Pero en Zaragoza, donde reside el Gobierno autonómico, la que se ha liado es parda. Los postulados aragoneses -entendidos estos como propios de la DGA- sobre la “irrenunciabilidad” de un tercer carril ferroviario hacia Tarragona se han visto aquí como un auténtico bofetón en toda la jeta. Hasta el punto de que el personal se está preguntando aquí si somos moros o cristianos -ya perdonaran los más sensibles esta comparación- a cuenta del sentimiento de pertenencia. Por eso el presidente aragonés ya lleva unos cuantos días repitiendo que Teruel y su ferrocarril son el no va más para su gabinete. Harán falta más que palabras y unas cuantas explicaciones para que Teruel se recupere del tortazo tarraconense. Hará falta, y eso ya no compete a Aragón, que la doble vía electrificada que se describe en el proyecto del corredor Cantábrico Mediterráneo sea una realidad sobre el terreno. Y hará falta -nada nuevo tampoco- que los PGE y sus plurianualidades en papel se cumplan en la realidad. Que este es otro asunto de aúpa, no crean.