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Aventura en las urnas

Hace no demasiado tiempo me quedé con unas declaraciones de Robert Fico, primer ministro eslovaco, que aparecieron en la prensa. En ellas hacía un llamamiento a los gobiernos europeos para “acabar con las aventuras de los referéndum” que cuestionan o amenazan la existencia de la Unión Europea.

Se refería  al famoso Brexit del Reino Unido, al “no” de Italia a la reforma constitucional que supuso la dimisión de Renzi o a la negativa de Países Bajos, también por refrendo, a autorizar el acuerdo entre la UE?y Ucrania. Y lanzaba el llamamiento ante la intención del partido opositor, el ultraderechista Partido Popular, de celebrar un referéndum sobre la pertenencia de Eslovaquia a la UE y a la OTAN.

Más allá de cuestionar la viabilidad o la conveniencia de la Unión Europea tal y como está constituida, o de profundizar en los fines y en el perfil de las formaciones políticas que instigan este tipo de consultas, a mí me llama la atención que un primer ministro europeo considere que los referéndum son aventuras.

Que la democracia entienda que una consulta popular vinculante es un deporte de riesgo no deja de ser como envasar vino en botellas herméticas para evitar que la gente se lo beba.

Si la democracia consiste en que el pueblo tenga la soberanía y la capacidad para expresarla, no me parece de recibo que algunas de esas expresiones se consideren inoportunas y otras no. Desde luego que el Partido Nazi se hizo con el poder en las urnas en Alemania. Pero prohibir su concurrencia a esas elecciones hubiera sido tan antidemocrático como la posterior disolución y prohibición de los partidos de la oposición que provocó Hitler.

Por eso me da tremendo mal rollo quienes demonizan las consultas populares vinculantes, más allá de las que se organizan para echar a uno del Gran Hermano o elegir al cantante de Eurovisión, ya sea en Eslovaquia, en Cataluña o en el País Vasco. Todos sabemos que da miedo ir al dentista porque puede que nos diga que tenemos caries, pero si no lo descubrimos a las buenas lo haremos a las malas.