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Se va el Pirata Se va el Pirata

Se va el Pirata

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F.J.B.

Era cosa de loar, por aquello de la vergüenza torera y por una especie de dignidad superior no escrita pero por todos reconocida, que los toreros se marcharan definitivamente de los ruedos en silencio y sin fuegos de artificio, y que ese postrero adiós a una carrera de glorias solo se comunicara, tomada la decisión, a los muy allegados para no hacer fanfarria de plaza en plaza con una despedida que no se quería arrastrar durante toda una temporada. Por eso llegaba la feria del Pilar, la última del año, y el maestro reunía en el ruedo a la cuadrilla ante el asombro general. Un abrazo a cada uno de ellos… unas palabras emotivas dichas desde el corazón… Punto final. Adiós a una vida entera entregada en cuerpo y alma al toro y a su gloria. Y ni mu más.

Pero eso era antes. Era cuando el toreo se revestía de puro romanticismo y cuando los toreros eran gente bohemia, libre y errante. Ahora, trasformados ya en pequeños burgueses capitalistas como cualquier hijo de vecino, se llega a la feria del Pilar, se trinca un micrófono al acabar el serial y se proclama a los cuatro vientos que te vas…  pero al final de la siguiente temporada, que conste. Y se añade que la retirada será definitiva para que todo aquel que lo desee vaya pasando por caja en una turné del adiós en la que, inevitablemente, la cosa suena a recaudación o colecta para hacer más llevadero el disgusto del maestro y más colmada su despedida. Y es entonces cuando a uno le queda una sensación de dulce desencanto por comprobar que los toreros tampoco son dioses y que su imperfecta humanidad los hace esclavos de sus propias ambiciones. Como a todos. Como a Ronaldo cuando quiere cobrar más que Messi o como a Messi cuando quiere alcanzar al mismísimo Amancio Ortega. Sin límite. 

Lo que ocurre es que en el caso de Juan José Padilla, que ha anunciado su adiós con turné estelar de despedida,  existe una especie de bula que hace menos estridente el desliz o el borrón. Llámenlo como ustedes quieran. Sí, una especie de justificación o descargo que no invita al vapuleo hiriente como sería de rigor si uno se pusiera en modo borde. Y es que esa dispensa o licencia no es otra que el tributo que el torero de Cádiz ha pagado en sangre. Zaragoza lo hizo más evidente con aquella cornada que le deshizo el ojo, aunque rozara la muerte en Huesca y los toros le calaran habitualmente. Y supongo también que en esa dispensa hay un respeto debido a quien se ha hecho rico por accidente, lo he dicho, y después de enfrentar las miradas de miuras, victorinos, cebadas, cuadris… y todos aquellos toros que las figuras no quieren. Aún recuerdo aquel torazo de Miura de 700 kilos al que desorejó en Teruel.

Me merece respeto Juan José Padilla. Y lo escribo al margen de estéticas y conceptos de faena, e incluso al margen de la turné de marras. Su carrera ha sido seria y muy dura. Como pocas. Vaya eso por delante. Por otro lado, tiempo habrá de despedirse con loas y parabienes pero antes se me antoja un consejo inocente por si fuera el caso que algún aficionado se pone borde alguna tarde… Maestro, no pasee mucho la bandera pirata de plaza en plaza porque una cosa es tener dispensa y otra muy distinta hacer alardes.