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¡Feliz Navidad! ¡Feliz Navidad!

¡Feliz Navidad!

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F.J.B.

Algún guasón pensará de entrada que este columnista entregado a sus disquisiciones taurómacas no sabe muy bien de qué escribir por aquello de las fechas, y lanza la felicitación navideña para salir del paso, no sé si airoso, de este compromiso semanal que uno tiene adquirido desde hace ya 20 años. Pues sí, amigo lector. Para qué andarse con rodeos ni entelequias. El toreo anda invernando allende los mares y entre las costas del Nuevo Mundo, y en este viejo país de chancleta y pandereta solo se habla de Catalunya y los catalanes para desgracia de sorianos, extremeños, turolenses o algún pontevedrés que no son otra cosa que los parias de la tierra… española. Así que poco hay de dónde servirse y poco digno de analizar en cosas de toros. 

Aunque pensándolo bien, la felicitación, que lo es para todos, lo va a ser más para un torero humilde y silente que anda vilipendiado a cuenta de su pasión ciega por el toro y su universo, un incipiente espada al que quizá por lista le ha tocado hace unos días ser el monigote del pin pan pun entre insultos y amenazas en las bárbaras reses sociales. Sí. La felicitación lo es más para él, ¡qué leche! Lo merece. Por cierto, escribo de Imanol, un espada zaragozano que conoce más la hiel que la miel de este espectáculo, uno de esos jóvenes de espíritu libre, pasión infinita y amor desmedido por el noble arte de Cúchares que ha hecho del toreo su sueño, su ilusión y su vida. ¡Feliz Navidad, amigo! 

Feliz porque has tenido los riles de presentarte en un cole lleno de chavalería, con los tiempos que corren, para desplegar un libro de toros ante ellos y hablarles de ese universo genial que es la tauromaquia, un arte de sentir y vivir que ha marcado la existencia de esta Iberia peninsular y de un Mediterráneo que nos ha unido en torno a ella. Desde Túnez a la Creta minoica, desde Mesopotamia a Tartessos, Massalia o Emporion. Y por hacerlo, libre, han aullado contra ti y contra tu sueño. Ni caso, torero. Ladran, amigo Sancho, luego cabalgamos…

Y por cierto, ese libro desplegado para contar y para soñar, tal que hacían nuestras madres a los pies de la cama antes de acurrucarnos entre almohadas y sábanas de tergal, no es otro que el “Toros para niños” del genial creador turolense Juan Iranzo. Feliz Navidad también para él. Por valiente. Y feliz para todos los que lean este artículo y los sientan como una tarjeta de navidad. Al final surgió el artículo casi sin pensar. ¡Feliz Navidad!