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La bicicleta verde La bicicleta verde

La bicicleta verde

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Juanjo Francisco

Con la nieve helada tras el cristal apenas se podía ver nada, solo la negrura de la noche, y el vaho de la respiración en la ventana tampoco ayudaba a ganar nitidez, pero sí estaba claro que había muchas estrellas, cual farolas sobre el blanco de los campos. Su madre se afanaba en la cocina para que la abuela tuviera su cena temprana, antes de que su padre, su hermano y ella misma fuesen llamados a dar cuenta de las verduras y la merluza rebozada que tocaban esa noche.
Era demasiado temprano para poder dormirse, ganas no le faltaban, y sus manos le escocían, laceradas por el tacto de la soga que tiraba del cubo del pozo y el intenso frío de la jornada vivida. Eran unas vacaciones raras porque había muchas tareas en aquella casa y apenas tenía tiempo para disfrutar de las cosas que se viven a los 11 años. Se acababan las navidades y sus ratos de libertad solo los habían proporcionado el paseo diario hasta la tienda para las compras rutinarias. Había que atender a la abuela, tan chiquita y arrugada que nadie diría que fuera feliz, pero lo era, y mucho, gracias a los cuidados de esa nietecica que disfrutaba peinándole la cabellera blanca, cambiándole las bolsas de agua caliente y subiéndole hasta la habitación donde vivía encamada todo lo que necesitara.
Su madre y su padre apenas tenían tiempo para ella, el trabajo del campo y los animales les tenían todo el día de aquí para allá. Ella cuidaba de la casa y de ese hermaño pequeño, llegado al hogar cuando ya no esperaba compañía. Le llevaba muchos años y requería también mucha atención. Sus 11 años eran pues un trajín incensante que apenas le permitían soñar. Y, sin embargo, aquella noche, pegada a la ventana helada, no hacía otra cosa que recordar los ojos azules de su padre, mirándola, y las palabras que le dirigió esa gélida mañana: hija, no padezcas tanto, los Reyes también pasan por aquí y seguro que traen tu bicicleta verde.
Muchos años después de aquella noche, la mujer que fue niña aún no ha encontrado algo comparable a la emoción de mirar su bicicleta verde un 6 de enero de hace 60 años.
Y añora la mirada azul de su padre.