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Tres vidas Tres vidas
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Juanjo Francisco

Apenas rompe el alba cuando llegan a la finca de su padre, un hombre mayor y de panas negras, para segar la mies que ya está suficientemente tostada por el sol. El camino se inicia de noche cerrada porque es mucho el trecho a recorrer hasta llegar al campo y la única yegua que les acompaña sirve para llevar enseres. Ellas tienen que caminar a su lado aunque alguna no resiste la tentación de montar a sus lomos cuando el animal se para ante el abrevadero. Esfuerzo inútil.
No han cumplido los quince años pero en esa época se crece deprisa y ser huérfanas de madre ayuda a espabilar rápido. Hacen de todo y tienen más o menos repartidas las tareas cotidianas entre las que figura con nota preferente la atención al padre, que no se queje de nada. No hay varones en la casa  y ni falta que hacen.
La mayor adora la música y le gusta cantar a cualquier hora del día. En invierno sueña que ojalá pudiera estudiar canto para viajar por el mundo y, cómo no, sentir la mirada orgullosa de un padre que ahora rumia la ausencia de su mujer, muerta en un parto fallido.
La mediana se afana en limpiar la casona, hacer la comida y la colada antes de volcarse en el arreglo diario de los animales que habitan en el corral. Mientras algunos lechones corretean alrededor de sus tobillos piensa que estaría bien poder ser veterinaria. Qué pena que el padre no tenga medios para sufragar esos quiméricos estudios.
La pequeña dedica el día a intentar escabullirse de la vista de sus hermanas, primero, y de su padre después. Tiene un fuego en el pecho que su familia no entiende: quiere ser religiosa, una monja de brega, no de rezos, y cree que los necesitados del mundo la llaman desde muy lejos.
Tres hermanas, tres vidas, que están atrapadas en el Teruel de la Guerra Civil y sus consecuencias. Solo la pequeña ve cumplidos sus anhelos. Viaja muy lejos, hasta tierras africanas, donde puede volcarse con los parias de una sociedad extraña.
Muchos años después llorará la ausencia de sus hermanas y cuando le llega el turno del adiós se marcha plácidamente: su vida es un homenaje a dos grandes ilusiones frustradas. Va por ellas,  piensa.