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La industria cárnica La industria cárnica
Corderos recién nacidos de la raza merina de los Montes Universales, corriendo en Sierra Morena. Ismael Martínez

La industria cárnica

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Cruz Aguilar

Se ha armado un gran revuelo con el programa de Jordi Évole sobre el sector cárnico. En ninguna de las granjas en las que he estado –que tampoco es que sean una barbaridad, que no soy veterinaria– he visto nada parecido a lo que sale en el programa. He ido a las granjas por trabajo, sin avisar, y de todo tipo de animales, cerdos, pollos, conejos, y desde luego no había animales moribundos. Todas las granjas en las que he estado son de Teruel, que como somos pocos y tenemos mucho terreno igual son más espaciosas y se trata mejor a los cerdos, no sé. Eso sí, que nadie se equivoque, en las granjas los animales están para engordarse y que nos los comamos, porque los pollos no salen del poliespán del súper.
También he estado en varias explotaciones de ovejas y de vacas y aunque su fin es el mismo, estar en nuestro plato, la realidad es que viven bastante bien desde el punto de vista del espacio. De paseo por el campo, comiendo hierba y, en el caso de las ovejas, durmiendo a retiro. De ahí sale, por ejemplo buena parte del ternasco de Aragón o la ternera del Maestrazgo, que tanto cuesta de vender y mira que está sana y feliz la vaca por esas sierras, sin más estrés que espantarse las moscas.
Lo mismo pasa con la carne de merina de los Montes Universales, la oveja en extensivo de la Sierra de Albarracín. Parte de ellas son trashumantes, en invierno viven en los suaves pastos andaluces y en verano vienen para Teruel, que aquí se está más fresco. Con todas esas comodidades –para la oveja, no siempre para el pastor y sus familias– la carne tiene un sabor más intenso porque está alimentada con pasto y leche materna. Su color es más rojizo, debido a la musculatura y a la pigmentación de la luz solar, por lo que el consumidor de la ciudad no siempre la quiere.
Resulta hipócrita creer que la hamburguesa de preparado cárnico que compramos por 0,28 céntimos procede de un cerdo engordado con bellotas al aire libre. Y es cuando menos curioso que cueste dar salida a esa carne procedente de animales que viven al aire libre porque nuestro paladar está acostumbrado a los piensos de engorde. Es para pensar.