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Los alumnos de Cantavieja con el compostador en el que reciclan el material orgánico para convertirlo en compost. J. O.

Los futuros guardianes del territorio aprenden a cuidarlo desde la escuela

Un proyecto conciencia sobre el cambio climático en los CRAs Olea y Alto Maestrazgo
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Cruz Aguilar

Los niños que ahora viven Villarluengo, Pitarque, Cantavieja, La Iglesuela del Cid, Castellote, Cuevas de Cañart, La Ginebrosa y Aguaviva son los futuros guardianes del territorio. Ellos serán los que, en no muchos años, tengan que defender su tierra y la mejor manera es, sin duda estar familiarizados con los problemas que la acechan. Por eso se ha llevado a cabo en los últimos meses el proyecto Guardianes del territorio, educación ambiental en las aulas, en los CRAS Olea y Alto Maestrazgo. Se trata de una iniciativa para que los chavales conozcan en qué consiste el cambio climático, cómo afecta al entorno que les rodea y las maneras que hay para frenarlo.

El proyecto ha supuesto una inversión de 11.700 euros financiados al 75por 100 por Agujama, la Asociación para el Desarrollo Rural de Gúdar-Javalambre y Maestrazgo. La iniciativa se enmarca, según explicó el técnico de Aguajama José Manuel Salvador, en la línea de cooperación entre particulares, que aborda acciones no productivas. 

La empresa encargada de desarrollarlo ha sido Eana, la Escuela de la Naturaleza del Maestrazgo. Javier Oquendo, responsable de Eana, ha llevado a cabo diez sesiones en cada escuela en torno al cambio climático. 

Así, Oquendo señala que se ha abordado desde la óptica de qué es el cambio y qué puede suponer para el territorio, tomando como ejemplo lo más cercano. “Trabajamos el tema de los anfibios porque es uno de los seres que más se ve afectado por el cambio climático”, comenta. Para ello los chavales investigaron sobre los sapos y elaboraron trabajos del futuro que les espera si no se modifica la tendencia. 

Una de las actividades que resultó más didáctica fue la presencia en las aulas de los abuelos de la localidad para explicarles cómo han cambiado los pueblos desde que ellos eran pequeños hasta la actualidad. Buena parte de los asistentes coincidieron en señalar que sus recuerdos son más verdes que la realidad que ahora les rodea. Entonces los ríos eran más caudalosos y las fuentes, aunque eran las mismas en número, tenían todas agua. 

“Es una perspectiva totalmente subjetiva sobre el cambio climático, aunque hay algunos aspectos que sí se han constatado científicamente”, dice Javier Oquendo, quien matiza que antes llovía más y además había menos captaciones en los cauces, lo que se traducen en los ríos más caudalosos y las fuentes con agua de las que hablan los mayores de los pueblos. La fauna no ha cambiado en las últimas décadas, aunque en algunas localidades sí se ha notado un incremento de determinadas especies, como las cabras, según pudieron corroborar los escolares gracias a la aportación de sus abuelos. 

Su día a día y el clima

Otro de los trabajos que desarrollaron los pequeños fue el análisis de cómo influye su día a día en el cambio climático a partir del análisis de las emisiones de C02 que salen de sus colegios. Lo hicieron calculando cuánta energía eléctrica consumen, cuál es el gasto en calefacción o cuántos kilómetros hacen sus profesores –buena parte de ellos itinerantes al ser un CRA– para darles clase. 

El aprendizaje fue muy intenso durante esta práctica ya que los niños tuvieron que acudir a los ayuntamientos a pedir las facturas de electricidad del colegio y analizarlas, “algo que suele resultar difícil hasta para los mayores”, aclara Oquendo, quien matiza que el conocimiento del gasto es fundamental para concienciarles en el ahorro y que no consuman más de lo necesario.

La basura orgánica sirve

Los guardianes del territorio aprendieron también a reutilizar su basura con la construcción de varios compostadores –uno por escuela– en los que echar los desechos secos y húmedos para convertirlos en compost con los que abonar sus huertos y macetas. 

Los compostadores son cajas en los que se echa el material orgánico seco y fresco y, tras removerlo una vez a la semana, se obtiene fertilizante para campos, huertos y macetas. 

Además, el proceso requiere una gran implicación de los chavales porque tienen que estar pendientes de removerlo de forma continuada y luego de distribuirlo en los huertos que hay en sus escuelas o en los que sus familias tienen. 

En el proyecto han tomado parte un total de 79 chavales de cuarto a sexto de Primaria del CRA Olea –que integra a las localidades de Aguaviva, Foz Calanda, La Ginebrosa, Castellote y Cuevas de Cañart– y del CRA Alto Maestrazgo, formado por los municipios de Cantavieja, Iglesuela, Fortanete, Pitarque y Villarluengo.