Síguenos
Rhodes Rhodes
banner click 244 banner 244
Javier Lizaga

Hasta hace una semana  ignoraba que el concierto número 2 para piano de Prokofiev destila la rabia que le produjo el suicidio de un amigo suyo o que Schubert dependía de la caridad para comer y eso que era un genio que a los 18 ya había compuesto 9 sinfonías (Beethoven a los treinta uno sólo había hecho una). Seguramente esto comparado con las noticias sobre el independentismo o las pensiones os parezca una mierda, a mí me pasa justo al contrario. 

Hacía mucho tiempo que no caía en mis manos un libro tan bueno como la biografía del pianista británico James Rhodes (Instrumental). En uno de los fragmentos más duros, explica cómo alquila una habitación, llena la bañera y dispone las cuchillas para suicidarse, después de haber escapado del psiquiátrico. 

A punto de proceder recibe una llamada de su mujer que le pide verle. Acude y todo se desmorona cuando ve lo que llama un pequeño bulto cogido de la mano de ella. Su hijo sólo tiene que decir “¡Papá!” para hacerle reaccionar.

Me gusta incluso cómo está escrito, cuando sostiene que “es más probable que se acueste con Rihanna, que el hecho de que lleve una vida tranquila en el futuro”. Mientras esta sociedad señala a los vencedores, sigo aprendiendo mucho más de los que fracasaron, igual que de mis propios fracasos. 

Con Rhodes, de quien abusó sexualmente continuadamente durante años su profesor de gimnasia, uno confirma que la vida, muchas veces, es una mierda. 

Mi madre siempre me advierte que no le recomiende dramas porque ya hay bastantes en la vida. La verdad tiene toda la razón. Pero el libro de Rhodes no lo es, es la historia de un genio destrozado que elige e intenta vivir. Un genio que, en lugar de otra fábula de éxito, cuenta una historia que perturba. 

Por eso me pregunto qué pasaría si diésemos voz a los malos tratos o la demencia en lugar de a la última rueda de prensa del último idiota. Y si además escuchásemos  música clásica, porque como dice Rhodes, no la produce ningún gobierno ni una fábrica que explote a sus trabajadores.