En Teruel tenemos un invierno muy largo, para algunos extremadamente largo, hay años que me da la sensación de que se extiende de agosto a junio, así, sin exagerar. Por eso la llegada de la primavera es un momento para la esperanza, la búsqueda de los rayos de sol, que iluminan de otra manera estos días. Y que estén los charcos helados el primer día de la primavera mucho gusto no da, para qué nos vamos a engañar.
En invierno está claro que tiene que hacer frío, nevar y caer todo lo que haga falta, como ha ocurrido este año en varias zonas de nuestro amplio territorio. Pero la primavera es momento de que llueva, que buena falta nos hace, pero no de tener varios grados bajo cero. En Teruel estamos acostumbrados al frío y lo llevamos bien porque con sol y sin viento es más sencillo. Pero es que esta semana nevó hasta en el Bajo Aragón, algo que no es ni mucho menos habitual en primavera. Últimamente –salvo la excepción de estos dos años– nieva poco incluso en el invierno, aunque hace poco me dijeron en el Jiloca que no es que las nevadas de antes fueran más grandes, sino que se pisaban con abarcas.
Y ahora viene la Semana Santa y, como todos los años, si nos vamos a algún sitio más nos vale echar el paraguas al maletero, porque, al menos en la provincia de Teruel, raro es el año que no cae algo para disgusto, principalmente, de los hosteleros.
Jesús Marco, que es el presidente de la Federación de Turismo Rural, siempre dice que el hombre del tiempo es el que más reservas les hace o les cancela. En función de lo que anuncia, la gente toma una decisión u otra, aunque a veces el alarmismo les hace un flaco favor.
Pero además de llegar la primavera, esta semana también se ha celebrado el Día de la Felicidad, que también nos hace mucha falta, como el sol y la lluvia, porque a veces la falta de optimismo es tan acuciante que nos impide avanzar.
Vamos a ser positivos y pensar que el próximo mayo no marceará porque desde luego, al menos hasta el momento, este marzo no mayea.