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Malestar general (II) Malestar general (II)

Malestar general (II)

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Fernando Arnau

Vuelve el combate a las calles. Los jubilados a la cabeza. El malestar general de nuestro país se nutre de los problemas crónicos pero el espíritu de encontrar soluciones se renueva estos días.  Los impulsores del malestar general, gobierno de turno a la cabeza por incapacidad o falta de voluntad manifiesta, ven claro que su margen de acción podría estar amenazado ya que sería la primera vez que un gobierno deje de tener sensibilidad electoral ligada a la cuestión de los subsidios.
La gama de chantajes, que arrancan con el discurso del miedo, sembrado por los gobiernos socialistas, desemboca en la nada tranquilizadora variante del gobierno actual que dice no disponer de fondos para abordar siquiera una subida razonable. En su génesis, y hasta hoy, las pensiones parecen un derecho inalienable. Una protección garantizada por las cotizaciones de la población activa, que se debilita con un buen número de anomalías producidas por las excepciones a la regla. El sistema ha tenido un sinfín de adaptaciones para mantener su sostenibilidad, derivadas de la insolidaridad de quienes, tantas veces por obligación, se acogen al nada elegante cobro en negro, sustrayendo ingresos que más pronto que tarde perjudicarán al sistema, es decir, se perjudicarán ellos mismos.
Están en su derecho quienes terminan su vida laboral en dedicaciones distintas con cotizaciones que propiciarán subsidios más ventajosos, pensiones de mayor cuantía. No se cuestiona la justicia de pensiones asistenciales que no responden en absoluto a la regla básica de la financiación mediante el trabajo que cotiza, están previstas. Sin embargo, mientras no cambie el enfoque, el planteamiento básico es el que es: se cotiza a nivel individual para garantizarse una pensión, y se tiene derecho a una prestación ligada a la cotización realizada. Lo demás son anomalías del sistema, que condicionan incluso la actualización del conjunto de las mismas. Racionalizar el estado de cosas existente es tarea ineludible, algo que nos pone en el desiderátum de la corrección del estado del malestar, con unas actuaciones que satisfagan a la calle pero que no insulten la inteligencia.