Síguenos
Normas de cortesía Normas de cortesía

Normas de cortesía

banner click 244 banner 244
Elena Gómez

Cuando se habla de discapacidad física, es habitual centrarse en las barreras arquitectónicas. Cierto, es una cuestión fundamental para nosotros el poder desenvolvernos en nuestra vida cotidiana para conseguir cualquier objetivo. Pero hay otras cosas que nos preocupan y que nos impiden, en líneas generales, tener una existencia normalizada. Uno de los temas que menos se ponen en común es el de las relaciones sociales y personales.  

Quede claro que no tenemos ningún problema para relacionarnos con los demás. De hecho, yo soy muy sociable. Sin embargo, algunas personas sí pueden tener dificultades para relacionarse con nosotros. 

Por eso el CERMI (Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad) publicó hace un tiempo un documento con consejos para un trato adecuado a las personas con discapacidad, posteriormente adoptado por otras organizaciones.

Lo que pasa es que yo leo ese catálogo y solo veo obviedades. “Actúa con naturalidad” o “No subestimes y prejuzgues a las personas con discapacidad” son premisas que en el siglo XXI deberían estar superadas. 

Una buena amiga me preguntó una vez cómo debía dirigirse a mí para no ofenderme. Mi respuesta fue clara: “Como quieras que yo me dirija a ti”. Es así de sencillo. 

Pero bueno, por si queda alguna duda, aquí van algunos pequeños consejos en caso de que nos encontremos en alguna ocasión. 

Cuando quieran hablar conmigo no se acerquen demasiado; la diferencia de altura me impide establecer contacto visual en caso contrario. 

Si les apetece darme un abrazo o un par de besos, háganlo sin miedo pero no se abalancen sobre mi silla, ya que tocar algún mecanismo puede resultar peligroso y cómico a partes iguales. Trátenme como lo que soy, una persona adulta y capaz. 

No se dirijan a mi acompañante para saber algo que me concierne. Y sobre todo, sean sinceros y pregunten sin miedo lo que necesiten saber. Como hizo mi amiga.