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Un viaje social, político y pedagógico entre Barcelona y Villarluengo Un viaje social, político y pedagógico entre Barcelona y Villarluengo
El turolense Elifio Feliz de Vargas regresa con una novela ambientada en la Semana Trágica de Barcelona. M. A.

Un viaje social, político y pedagógico entre Barcelona y Villarluengo

Elifio Feliz de Vargas presentó su última novela en el Museo Provincial de Teruel
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Casi tres años después de Cuando juntos caminábamos (Última Línea) el escritor turolense Elifio Feliz de Vargas regresa a las estanterías de novedades literarias con El viaje del anarquista (Rasmia). Se trata de una historia basada también en hechos históricos aunque, a diferencia de la anterior, en esta Feliz de Vargas construye una ficción que toma de las crónicas solamente elementos de referencia. Se trata de una novela coral, tanto en las voces narrativas como en las temáticas, que el escritor agarra como excusa para hablar del anarquismo, de las experiencias de innovación educativa de la primera mitad del siglo pasado, de la mujer o del choque cultural entre la España rural, supersticiosa y anclada en la tradición y las influencias modernizadoras del racionalismo que trata de abrirse paso. 

La novela arranca y finaliza con dos hechos históricos; de un lado los altercados durante el embarque de las tropas con destino a Marruecos, que devendrán en huelgas y en lo que después se denominará la Semana Trágica de Barcelona; y del otro el fusilamiento del anarquista y pedagogo Francisco Ferrer Guardia, acusado de ser uno de sus ideólogos.

Entre ambos, Feliz de Vargas construye la historia de uno de sus colaboradores en la Escuela Moderna de Barcelona, el también anarquista Francesc Casals. Este ha renunciado por coherencia a librarse de sus tres años de servicio en la guerra de África a cambio de dinero, como solía ser habitual entre las clases acomodadas, pero cuando son movilizados los reservistas de Barcelona decide que ya no le debe nada a nadie y se declara prófugo. Su tío le recomienda irse a Villarluengo, una remota población de Teruel donde nadie se va a preocupar de buscarle. 

Casals llega al pueblo tras una peripecia de cuatro días de viaje en una bicicleta robada, y aunque cree que sus paredes de piedra se le van a caer encima en poco tiempo, conoce a una atípica joven, muy ilustrada para la época, con la que conecta enseguida a quien le insufla “el veneno del anarquismo”, como él mismo reconoce, en busca de sus ideales sociales. 

La novela, que comenzó a fraguarse después de que Feliz de Vargas leyera Pólvora negra, de Montero Glez, y la biografía de Ferrer Guardia de Juan Avilés Farré, recrea a través de la ficción buena parte del ideario anarquista que movió a las personas, algunas de ellas procedentes de los estamentos acomodados, a buscar alternativas libertarias al cambio de siglo que no parecía querer llevar ningún otro cambio en la España conservadora. Sobre eso, sobre la pugna entre la ciencia que comenzaba a abrirse paso, también en los social, y las fuerzas más conservadoras que defendían la tradición. Y también sobre las experiencias modernizadoras en educación y pedagogía que pusieron en práctica, “y que sorprendentemente acabaron cerrando a pesar de que funcionaban, sin duda por una cuestión económica, ya que amenazaba con acabar con el negocio de la educación que tenía la Iglesia”, explica el autor. 

Sin embargo ese tema troncal acaba casi diluido junto a otros de los que también habla en profundidad la novela. “Uno de ellos es el complicado papel de la mujer en aquellos tiempo” de la primera década del siglo XX. Para ello Elifio Feliz de Vargas da vida a tres personajes femeninos arquetípicos y muy sintomáticos de aquella sociedad. 

Por un lado la abuela de Natividad, que emplea sus esfuerzos y sus recursos en hacer que su única nieta se eduque y tenga un bagaje cultural que le permita tener un horizonte más allá de la crianza de los hijos y de las tareas del campo, como ella misma. Por otro lado la propia Natividad, que atesora un capital intelectual al que no sabe muy bien como dar salida, ya que no puede escaparse a los miedos y temores propios de una mujer de su tiempo, como el de ser juzgada por emigrar a Barcelona con un hombre sin ser su esposa y obviando sus responsabilidades con padres y hermanos. “Por último hay otro personaje, una chica que llega a Barcelona desde Jaen y se ve obligada a ser cabaretera para buscarse la vida, para terminar de mantenida de un farmacéutico acomodado, y que representa a esa mujer que sí se atreve a abandonar el pueblo para buscar una vida mejor, y que al final tiene que recoger lo que la vida decide darle.”.

El turolense admite que El viaje del anarquista es la novela con la que más ha disfrutado, place que quiere trasladar al lector. “La trama de la novela no es policíaca ni misteriosa, en el sentido de que lo que ocurre está claro porque son sucesos que se narran. Sin embargo los porqués de muchos asuntos no se revelan hasta el final, así que el lector puede jugar a intentar averiguar por qué sucede cada cosa y por qué cada personaje actúa como lo hace”. 

A esto contribuye un triple narrador, uno omnisciente y dos voces que forman parte de la propia trama, además de las epístolas que mantienen Francesc desde Villarluengo y su tío desde Barcelona, que dan pie a dar cuenta de los acontecimientos que, a lo largo de la Semana Trágica, van teniendo lugar en la ciudad Condal. 

El estilo con el que está escrita la novela es asimismo un homenaje a la literatura de la generación del 98, contemporánea a los hechos que se novelan, y a autores como Pío Baroja o Valle Inclán que en muchos momentos han sido referente literario de Elifio Feliz de Vargas.