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Fernando Oliver transita entre la figuración y el poder evocador del retrato Fernando Oliver transita entre la figuración y el poder evocador del retrato
Hécate, uno de los óleos que pueden verse en la exposición, inspirado en la diosa relacionada con el mundo de las brujas o de la muerte

Fernando Oliver transita entre la figuración y el poder evocador del retrato

El pintor turolense expone una serie de óleos en la Cámara de Comercio hasta el 9 de junio
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El pintor turolense Fernando Oliver expone una serie de 19 retratos el óleo en una muestra, inaugurada ayer, que puede verse en la sala de exposiciones de la Cámara de Comercio de Teruel hasta el próximo 9 de junio (de lunes a viernes de 19 a 21 horas, y sábados de 11 a 14 y de 19 a 21 horas). Se trata de obras realizadas en los últimos meses que combinan el realismo figurativo producto de la pericia de Oliver con elementos y detalles simbólicos, a menudo velados o inexplicados, que proporcionan a sus pinturas un elemento diferenciador.

Fernando Oliver ha reunido retratos por dar cierta cohesión a la exposición de pintura, del mismo modo que en las dos anteriores que han podido verse en la capital turolense lo que se mostraban eran pequeños bodegones o paisajes turolenses. 

A pesar de ello, la muestra ha quedado intitulada de forma intencionada por parte de Fernando Oliver: “Es cierto que son retratos pero tienen poco que ver unos con otros y las pinturas no tienen realmente un nexo en común que las una”. “Podría buscar una palabra rara y ponerla de título”, bromea el pintor, “perono me gusta titular las exposiciones, sobre todo cuando ocurre eso”.

Además de la mayor parte de volumen de trabajo, en forma de encargos, el retrato es una de las temáticas pictóricas que más atrae al pintor. “Nunca te cansas de pintar retratos porque cada uno es diferente, y aunque estás más limitado a la hora de meter elementos simbólicos, sobre todo si es un encargo, son más divertidos de hacer y suelen plantear más retos”. 

Además de ser un perfeccionista en las texturas de piel o pelo y de ser capaz de sacar partido y convertir en una gran aliada a la luz, en forma de reflejos, de aureolas, de contrastes o de contraluces, Fernando Oliver suele echar mano de degradados, de telas o de materiales translúcidos que representan un reto técnico. “En muchas ocasiones tengo determinados bocetos que quiero llevar al lienzo por alguna dificultad en particular, y me gusta hacerlo en forma de retrato, echando mano de algún amigo como modelo”. 

El lenguaje a través del que mejor se expresa es el óleo, fundamentalmente por su versatilidad: “una técnica quizá más engorrosa por los disolventes o los tiempos de sacado, que son muy prolongados, pero que te permite hacer cualquier cosa”. En el tipo de pintura figurativa que practica el turolense esto adquiere especial relevancia: “En el caso de los degradados que tienes que hacer en las pieles o las telas, puedes mezclar las pinturas sobre el propio lienzo porque tienes mucho tiempo antes de que seque, tiempo para dejarlo perfecto”, explica. 

Realismo y simbolismo

En la muestra que puede verse en la Cámara de Comercio se aprecia como el pintor es capaz de recorrer con pasos cortos la gran horquilla de espacio que se abre entre el realismo figurativo y el simbolismo. Así, en el primer hito pueden verse retratos como el de Lucía, una de las alumnas de su taller de pintura, pincel en ristre, o Nerea, que lee un libro de la escritora y activista política y feminista estadounidense Rebecca Solnit. 

A medio camino entre lo simplemente observado y lo sugerido se sitúa, por ejemplo, el retrato de Caro Tanghe, una mujer belga de cabello largo y ondulado. Vestida de oscuro y ante un fondo negro, la luz casi cenital que, sin embargo, no arroja sombras sobre las cuencas, labios o cuello, proporciona un aspecto irreal y onírico. Lo suficiente como para preguntarse la naturaleza exacta de su expresión. 

Y al otro lado de esa dualidad entre explicitud y sugerencia se sitúan otros óleos como Hécate o Piedra.

El primero de ellos hace referencia a la diosa antigua Hécate, asimilada por la cultural griega, que junto a Medea es una de las figuras místicas más atractivas para Fernando Oliver. “Me atrae mucho porque Hécate es el prototipo de bruja antes de que existieran las brujas. La mujer fuerte e inteligente”. El desdoblamiento de la mujer en tres es propio de la propia Hécate, no tanto de la Santísima Trinidad, pero el simbolismo cristiano aparece en las formas triangulares y, de forma más evidente, en la mantilla que cubre los torsos desnudos, al menos dos de ellos.

Piedra, por su parte, es un retrato que hace referencia a un hombre universal, no concreto.  De ahí que tenga fuerte inspiración del canon de belleza clásico recordando al David de Miguel Ángel, y que su cabeza quede fuera de marco. “Este cuadro es mucho más personal y simbólico”, admite el pintor, “pero es un simbolismo interpretable, del que cada uno puede sacar una interpretación diferente sin que, necesariamente, una sea mejor que otra”. “Por eso”, para no contaminar la sensación primera en el observador, zanja Fernando Oliver, “este tipo de cuadros es mejor no explicarlos, mejor no limitarlos”.