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Aquella copa de Infantino Aquella copa de Infantino

Aquella copa de Infantino

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F.J.B.

En el fútbol, uno y uno no son dos. O si no que se lo pregunten al Valencia y al Villarreal. Mismo proyecto, mismo entrenador y mismos jugadores, y este año palmando cuando la temporada pasada quedaron en lo más alto de la clasificación. ¿Alguien se lo explica? Yo no pero habrá quien piense que esto del deporte rey no es mucho más que pura matemática, una especie de hoja de cálculo en la que se registran números semana a semana para dar un balance de resultados allá por mayo. Tantos goles encajados y tantos a favor, partidos ganados, número de tarjetas, penaltis, expulsiones, estadísticas… Resultadismo lo llaman ahora, una vara de medir el éxito de un proceso basado solo en datos cuantitativos que te hace mejor o peor solo en función de que una pelotita entre o no. Pero por qué ahora no y antes sí se preguntará el Valencia. Y el Villarreal. Y el Teruel.

Yo creo que el fútbol es un estado de ánimo, una predisposición positiva o negativa al éxito que cabalga a lomos de la puñetera y enredadera suerte. Verán… cinco postes no hacen un gol y eso lastra la moral y el ánimo, y te mete en una espiral negativa de la que es muy complicado abstraerse. El Atlético de Madrid perdió dos Champions con el Madrid por falta de convicción y de predisposición al éxito… y de mala suerte. Y por esas mismas razones el equipo merengue perdió aquella clasificación de Copa del Rey con el mismísimo Alcorcón. Pues en eso anda el Teruel. Instalado en la mala suerte, en un bucle de frustración que nos conduce a la cara oculta de la luna, a ese lugar frio y en penumbra en el que todo toma otra dimensión, en el que se desatan las críticas, las culpas, los reproches, el desánimo… Es injusto el fútbol. Al final todo depende de que una jodida pelotita roce el poste y en vez de irse fuera se meta dentro. Por eso la solución solo pasa por dos palabras: Creer e insistir. Eso para los jugadores y el entrenador que son quienes tienen la obligación y la solución. Para los demás queda animar y transmitir esperanza, optimismo e ilusión.

Tengo claro que este Teruel es el sueño de dos amigos, de Ramón Navarro y de Santiago Rueda. Ellos pusieron en su proyecto todo el trabajo y la dedicación del mundo, y todo su sacrificio e inteligencia… y su patrimonio. Ellos pusieron los mimbres para que el éxito fluya. Teniendo eso, son los jugadores quienes deben creer en ese sueño y los aficionados quienes deben hacérselo creer. ¿Alguien ha olvidado la imagen de Ramón Navarro recogiendo de manos de Infantino la copa de campeón de liga? Se la entregó justo después de hacer lo propio con Francia en el mundial de Rusia. Pues de eso no han pasado ni unas cuantas semanas. ¿Somos peores que entonces? Desde luego que no. Es solo mala suerte. La misma mala suerte que le anda tocando las narices al Valencia y al Villarreal. Por cierto, Cuenca se me antoja un lugar ideal para ahuyentarla.