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Aire Aire
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Francisco Herrero

Los peores augurios se han confirmado. El Gobierno de Aragón ha publicado los anteproyectos de nuevas concesiones de transporte público por carretera y, buena noticia, Aguatón contará con línea regular. Pero, mala noticia, el servicio está condenado a mover aire. Mejor dicho, no transportará ni aire, pues el viaje se realizará bajo demanda y al ser inútil no lo usará ni el Tato. Cuando las rayas se tiran desde un despacho, a veces se acierta y otras se despilfarra. Es lo que hay.

El primer error es la concepción de la ruta: Aguatón-Santa Eulalia. Se justifica en que los vehículos tienen que unir localidades con su centro de salud. Arriba deben desconocer que el médico acude al consultorio de Aguatón una vez por semana, los martes, bajo demanda. Siendo malpensado, la Administración está prendiendo mecha al fin de la visita médica semanal, bajo demanda, en localidades pequeñas.

El segundo error es la frecuencia de paso: los miércoles, ida y vuelta. Al parecer, nadie ha pensado que las extracciones de sangre, único motivo para acudir a Santa Eulalia, son el jueves. El día elegido no coincide ni con el mercado del viernes. Así que los de Aguatón iremos a la cabecera subcomarcal para sentarnos en algún banco del Barrio Verde y charrar con los abuelos. Por lo menos cumpliremos alguna función social.

El tercer error es la optimización de los transbordos. Cierto es que se podrá viajar más lejos cambiando a otro autobús o al tren. Pero el horario planteado para retornar a Aguatón no permite volver a casa en el mismo día si te desplazas más lejos de Santa Eulalia. Saldremos de casa, pero no regresaremos hasta el miércoles siguiente en minibús si vamos, por ejemplo, a Teruel. Del mismo modo, quienes lleguen a Aguatón, estarán condenados a permanecer en el pueblo siete días. Una cárcel bonita, al menos.

El plan tiene más fallos, pero no merece la pena hacer más sangre. Silvia Barraca, de TVE, vino en marzo a Aguatón para preguntarme sobre este asunto. Y le dije que los autobuses tendrían que idearse para salir y, muy importante, también para llegar. Pero ni una cosa ni la otra.