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Ayudas y plazos Ayudas y plazos
Autora: Beatriz Sastre

Ayudas y plazos

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Cruz Aguilar

Esta semana hemos vuelto a ver las consecuencias de legislar desde los despachos de Zaragoza y con la onmipresencia de la capital en todo lo que nos rodea. El Gobierno de Aragón tiene varias líneas de ayudas muy interesantes para los Ayuntamientos, el único problema es que el plazo para ejecutarlas desde que les confirman la concesión es de una semana. Sí, han leído bien. Si tú, alcalde, tienes que comprar una caldera o cambiar las farolas de tu pueblo de 80 habitantes –que en Teruel hay muchos, no es algo exótico– para colaborar con esto del medio ambiente que está tan de moda y además ahorrar algo en la factura eléctrica del municipio,  lo haces. Luego pides la ayuda y, si no te la dan, pues vas casa por casa y convences a los que te han votado de todas las ventajas que tiene ahorrar energía para que paguen su parte. Dicen que a escote          -ahora crowfounding, que es más guay– no hay nada caro. Es que si te esperas a que te lo confirmen no te da tiempo de hacer la obra y, por tanto, tienes que renunciar a la ayuda. Vamos, que te quedas sin farolas o sin caldera.
Las cosas son así, la despoblación es algo por lo que lucha todo el mundo y no hay político –de todos los partidos, por supuesto– que no destaque lo mucho que trabaja por Teruel y sus 236 pueblos –algunos dicen el número exacto en cada discurso–. 
Pero la realidad es que el dinero no llega en muchos casos, los pueblos deben de renunciar a subvenciones concedidas porque no tienen tiempo para adjudicarlas y ejecutarlas en un proceso legal. Aunque les dieran las obras a dedo a sus amigos y se jugaran con ello el tipo dudo que les diera tiempo, porque en unos pocos días no sé si es posible hacer una instalación fotovoltaica o montar una planta de bombeo. 
Estas cosas son medidas que no solo impiden que los pueblos más pequeños hagan inversiones, sino que son una nueva espinita en nuestra espalda, que ya parece la de un erizo. Nos hacen sentir invisibles en los despachos donde se deciden las acciones que redundan –o no– en nuestros municipios. ¿De verdad es tan difícil tenernos en cuenta?