Síguenos
Joaquín Pérez Ferrer repasa los nueve últimos años de su obra abstracta Joaquín Pérez Ferrer repasa los nueve últimos años de su obra abstracta
La textura, además del color y la forma, juega un papel capital en la obra de Joaquín Pérez Ferrer

Joaquín Pérez Ferrer repasa los nueve últimos años de su obra abstracta

El restaurante El Figón se estrena como sala alternativa de arte en la capital turolense
banner click 244 banner 244

Las paredes del Bar Restaurante el Figón de Teruel (c/ Yagüe de Salas, 4), se incorporan a la nómina de galerías artísticas extraoficiales de la capital con una exposición retrospectiva que recoge parte de la obra, correspondiente a los últimos nueve años, del pintor nacido en Molinos Joaquín Pérez Ferrer. 

Se trata de una selección de los acaso más de 200 originales que guarda en su estudio, tomados casi a vuelapluma pero que, producto de una cuidadosa evolución que ha llevado a cabo en la última década, “siempre siguiendo una misma pauta”, resulta representativa de su última pintura, que refleja a través de la abstracción asuntos que tienen que ver con lo cósmico, con el universo, pero también con lo humano, y más exactamente con el equilibrio que tiene que existir entre ambos conceptos. 

Joaquín Pérez Ferrer comenzó a pintar hace cuarenta años en Madrid, mientras trabajaba en un Centro de Proceso de Datos de la administración pública. “Alguien vio algunos dibujos míos de arquitectura y me recomendó que estudiara pintura”, explica el turolense. Entonces se puso bajo la tutela de Eduardo Peña, “uno de los profesores más reputados por aquel entonces”, y me enamoré del arte y de la pintura. 

Pérez Ferrer comenzó desde el figurativismo velazqueño, con abundancia de desnudos femeninos o bodegones. “Era una forma de pintar que me proporcionó bastantes ganacias porque se vendían muchos cuadros”, recuerda”, pero al conocer en profundidad la obra de Pablo Picasso movió un resorte que provocó el cierre de un ciclo y la apertura de otro, durante el cual Pérez Ferrer ya nunca ha abandonado la abstracción. 

“Picasso me abrió un mundo y tras conocerlo dejé de pintar obra figurativa porque ya no podía”, asegura el pintor nacido en Molinos. “Creo sinceramente que Pablo Picasso fue el último gran creador, porque ahora lo que hay es mucha evolución e innovación de lo que ya se ha hecho, que no es menos interesante, pero ya no es creación”. El de Molinos recuerda que Picasso “hizo que me brotara una fuerza interior de rebelión contra lo cómodo, contra lo que para mí, en ese momento, era cómodo, que creo que ya no me ha abandonado desde entonces. Y no es que yo sea un rebelde por naturaleza, pero una fuerza interior ajena a mí me movió en esa dirección y no pude evitarla”.

A través de la abstracción también ha ido evolucionando y haciéndose más complejo el sujeto de la pintura del turolense. “El hombre crece a base de contrastes, y en el arte más. Y ahora con mi pintura trato de expresar que ha pasado el tiempo de que el ser humano busque las soluciones fuera de él, y empiece a buscarlas dentro de cada individuo”, explica. “Trato de expresar el carácter universal que ahora mismo toda la juventud y todo el mundo, consciente o inconscientemente, llevamos con nosotros. Estamos en un periodo de evolución rápido. Antes todo era más lento  y ahora hay prisas, y lo que ocurre hoy aquí allá lo saben al día siguiente, y eso me parece interesante. Es algo inevitable que hay que asumir y aprehender para no quedarse fuera. Pero siempre partiendo desde una reflexión interior”. 

En cualquier caso, Pérez Ferrer no entiende la abstracción y el figurativismo como dos realidades ajenas o diferentes. “En realidad las diferencias no me parecen muy grandes. La distancia entre Velázquez y Picasso solo está en el tiempo. El arte es expresión, y un dibujo realista puede expresar exactamente lo mismo que una abstracción”, asegura. “Decir esta abstracción no la entiendo’ no va a ningún sitio, porque el arte no hay que entenderlo. Un cuadro no se entiende, te transmite algo o no, pero no es entendible”.

Joaquín Pérez Ferrer entiende la pintura a través de tres pilares básicos; forma, color y abstracción. Siempre comienza una obra dibujando formas, a partir de las cuales crece el resto del lienzo. “Hay obras en la que las formas son más patentes, y otras en las que domina la sensación, la energía y el cambio”, afirma. “También hay alusiones a lo cósmico, algunas de las cuales están inspiradas en el proyecto turolense de Galáctica”. 

Entre los cuadros que pueden verse expuestos en El Figón, y en el ámbito de la forma, destacan las esferas, “que yo denomino gobbles y que representan bolas de energía”. El de Molinos no duda en sumergirse en terrenos de lo místico cuando afirma que “al final todo es energía que se mueve de un lado para otro. Creo que la Tierra es un planeta que siempre tuvo mucha importancia dentro del universo, y arrastró muchas energías que venían de otros puntos. Y el ser humano ahora juega un papel muy importante en ese sentido. Estamos en tiempos de cambio, y de algún modo yo intento reflejar ese cambio”.

En cuanto al color, a lo largo de los años Pérez Ferrer ha pasado de la paleta perfeccionista de Velázquez a una propia y personal que ha ido enriqueciéndose “casi por azar, sin que yo me diera cuenta”. “Se han incorporado los violetas o los colores básicos y primarios, muy relacionados con los centros de energía. El rojo es el centro que te conecta más a la Tierra, el naranja tiene que ver con la zona de pubis, el amarillo con el plexo solar que es donde se producen los grandes cambios en el ser humano, relacionados con la ambición o el deseo. El verde tiene que ver con el corazón o el azul con la garganta”.

Además de un color y una forma muy característica, Joaquín Pérez Ferrer trabaja cuidadosamente la textura del cuadro, donde el propio óleo se mezcla con arena de playa, una técnica que investigó y en la que profundizó en Tarragona. Parecida pero “no exactamente igual que la técnica de Tàpies, que a mí me ha encantado, como toda la generación de los años 50”. 

En cuanto a su proceso creativo, cada vez más Pérez Ferrer se da cuenta que lo inconsciente va ganando peso sobre lo consciente: “Mi proceso creativo se basa en que el cuadro evoluciona casi por si solo. Puedo empezar por una simple mancha y a partir de ahí va fluyendo. Y me parece muy interesante el hecho de que cuando empiezo un cuadro no tengo claro en qué va a terminar. Únicamente en la última fase del cuadro, después de haberte dejado llevar, sí que tiene que poner en práctica lo que sabes sobre teoría de color para redondearlo. El final del cuadro es muy razonado y consciente, a diferencia del comienzo del mismo”. 

La exposición puede verse durante el horario de apertura del bar restaurante El Figón, que de momento no tiene plazo de clausura. A partir de este mes de enero, en cualquier caso, se irán renovando algunas de las obras y sustituyéndose por otras, también salidas de los pinceles de Joaquín Pérez Ferrer.