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La IGP Vino Bajo Aragón inicia en 2019 el camino para transformarse en Denominación de Origen La IGP Vino Bajo Aragón inicia en 2019 el camino para transformarse en Denominación de Origen
Viticultores de Cretas (Matarraña) recogen uvas manualmente y en cajas en la finca Mas de Torubio. Marta Monreal Chasco

La IGP Vino Bajo Aragón inicia en 2019 el camino para transformarse en Denominación de Origen

Los bodegueros han solicitado apoyo a la Administración para que les asesore en el procedimiento, que podría durar unos dos años
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La Indicación Geográfica Protegida (IGP) Vino Bajo Aragón arranca 2019 con la determinación de convertirse en Denominación de Origen Protegida (D.O.P.). Los bodegueros asociados ya dieron mayoritariamente su visto bueno semanas atrás para solicitar el asesoramiento de la Administración y culminar el proceso que les ha de convertir en la quinta D.O. de vinos de Aragón, que sería la primera de la provincia. Éste será el año en el que arrancará y tomará forma el procedimiento administrativo, aunque los bodegueros saben -por su experiencia cuando se convirtieron en IGP- que no lo serán antes de dos años.

Las empresas adscritas a la IGP han dado su beneplácito al cambio, porque saben que un sello de calidad como el de una D.O.P “aporta imagen de marca”. También porque “los requisitos a cumplir entre una IGP y una D.O. son prácticamente los mismos”, explicó el presidente de la IGP Vino Bajo Aragón, Javier Azuara.

Los bodegueros parten de la idea de que si en el Bajo Aragón histórico -área que ocupa gran parte del territorio de la actual IGP- se dan unas condiciones climatológicas que, en simbiosis con la tierra, hacen una fruta de excelente calidad (la D.O Melocotón de Calanda lo demuestra) y uno de los mejores aceites del mundo (aquí también está la D.O. Aceite del Bajo Aragón), cómo no se va a elaborar un vino de primer orden. 

Que esto es así lo demuestran los premios internacionales que han conseguido los nuevos vinos surgidos en la última década en las comarcas del Bajo Aragón histórico, caldos, por cierto, que son más reconocidos fuera que dentro de la provincia, salvo honrosas excepciones de hosteleros del terreno que han apostado por lo autóctono. 

Sólo hay que ir, por ejemplo, a ver el palmarés del Concurso internacional de Garnachas del mundo de 2018 para encontrar varios vinos bajoaragoneses entre los mejores del mundo: Bodegas Tempore, de (Lécera-Zaragoza), con tres Oros en vinos tintos, Bodegas Ignacio Guallart (Alcañiz), con un Oro en un vino tinto y otro Oro para Bodega Mas de Torubio (Cretas), en este caso para su Xado blanco, el único blanco aragonés que obtuvo la máxima distinción en ese certamen internacional. Asimismo, en certámenes tan prestigiosos como los Zarcillo otra bodega bajoaragonesa, Dominio Maestrazgo (Alcorisa), obtuvo el pasado mes de septiembre otro Oro para su garnacha blanca 2017, mientras que Amprius Lagar (Calaceite)  consiguió un nuevo Oro para su tinto Lagar d’Amprius Garnacha en el concurso internacional Mundus Vini de Alemania en marzo. Y así suma y sigue.

En cualquier caso, al margen de de los  reconocimientos, hay otros datos históricos que indican que la materia prima que fundamenta estos vinos es de primera calidad. “Nuestra variedad por excelencia es la Garnacha, la autóctona, la que siempre hemos cultivado, y todo el mundo sabe que nuestras garnachas han salido históricamente de aquí a granel, porque grandes bodegas de fuera venían a comprarlas para mejorar los vinos de otras regiones”, recordó el presidente de la IGP. Algunos vinos de la Mancha -cuyas garnachas no tienen nada que ver en cualidades con las de nuestra provincia- y otros caldos de Cataluña (en gran medida los del Penedés) se han ‘arreglado’ gracias a las garnachas tintas del Bajo Aragón, que aportan “mucha estructura y color” a los vinos de otras tierras, indicó Azuara.

La Garnacha

La IGP Vino Bajo Aragón mantendrá la Garnacha como la variedad básica y esencial de los vinos de la futura D.O.P. No puede ser de otra manera. “Es nuestra variedad, porque es la que mejor se ha adaptado a nuestras condiciones climatológicas y a nuestro territorio”, que se extiende desde las tierras del Matarraña, lindantes con la Terra Alta, hasta las que limitan con el Campo de Daroca y Cariñena. 

El Bajo Aragón histórico es tierra de garnachas en los 82 municipios que forman parte de la IGP, con alrededor de 1.000 hectáreas en producción, 20 bodegas asociadas y una producción de vino embotellado que no llega al millón de botellas, es decir, apenas el 30 por ciento del vino que se extrae de las cepas. La exportación también es minoritaria y se encuentra en torno al 9%. 

La Garnacha “es una variedad aromática con una enorme extensión, se considera autóctona del Valle del Ebro, de la isla de Cerdeña y del Sur de Francia, es decir, de los territorios que conformaban la antigua Corona de Aragón, mientras que en el Bajo Aragón se extiende desde Híjar o el Matarraña hasta Lécera o Herrera de los Navarros, de manera que tenemos un territorio que dista de un extremo a otro alrededor de 150 kilómetros, y eso nos permite tener distintos matices de garnachas”, añadió Azuara. Aún con todo y a pesar de esos matices, el presidente de la IGP Vino Bajo Aragón hizo hincapié en que “son garnachas de una excelente calidad”.

Estructura y color intenso

La variedad básica que conforma  estos vinos hace que los caldos bajoaragoneses se caractericen por tener un color rojo intenso, en el caso de los tintos, y una muy buena estructura. 

En cuanto a las garnachas blancas, están ahora muy cotizadas, porque apenas quedan cepas. “Por cuestiones comerciales comenzaron a arrancarse viñas de garnacha blanca hace unas cuantas décadas, y eso hizo que apenas hayan quedado unas pocas en Aragón. Donde más encontramos es en la Terra Alta -comarca de Tarragona lindante con el Matarraña”, comentó el presidente de la IGP, quien enfatizó que en los últimos años ha resurgido el interés por estas aromáticas uvas blancas, que “en Aragón algunas Denominaciones de Origen están empezando a plantar de nuevo por la escasez que existe actualmente en el territorio”.

Trabajo por delante

Dando por sentado que la IGP pueda culminar el proceso para convertirse en D.O.P. en el plazo de dos años, lo cierto es que las empresas tendrán mucho trabajo por delante. No en vano, que sólo el 30% del vino se embotelle significa que el restante 70% se vende o bien a granel o en garrafas, con lo que ello representa en pérdida de valor añadido y en imagen de marca para el territorio. 

En cualquier caso, ese dato también tiene otro significado: las 20 bodegas adscritas a la IGP tienen todavía mucho margen por delante para seguir creciendo, dentro del propio territorio, y para ampliar su producción, a pesar de que solamente se contabilizan unas 1.000 hectáreas plantadas en el conjunto del Bajo Aragón histórico.

Mejorar el porcentaje de embotellado es “uno de los objetivos que perseguimos”, según reconoció Javier Azuara. Las bodegas tendrán que esforzarse en conseguirlo, a pesar de lo difícil que lo tendrán por su propia estructura y magnitud, pues la bodega tipo de esta IGP es la de una  microempresa con dos o tres trabajadores a lo sumo. No hay grandes grupos empresariales como sucede en otras D.O. de vinos aragonesas.

Los viticultores

Pero para dar el salto a la D.O.P no sólo es necesario que los bodegueros estén comprometidos. También será necesario que lo hagan los agricultores, la mayoría de los cuales (hay unos 200 productores en el Bajo Aragón) están asociados a cooperativas. “Si existe consenso y si es viable apostaremos por ello”, indicó Azuara quien puntualizó que “una D.O no sólo revalorizará el producto final, sino también la uva, porque los agricultores tendrán que esforzarse por mejorar la calidad del fruto y si éste se valora más, el agricultor tendrá que trabajar para mejorar la viña, bien descartando racimos que no hayan madurado, que estén podridos, o tendrán que hacer una poda en verde”. En cualquier caso, también repercutirá en los precios del fruto.