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Hijos de Hijos de
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Francisco Herrero

Rociíto, Chabelita o José Fernando son como personajes de fantasía cuyo mérito se basa en haber nacido en una casa bien. Y todo el mundo conoce su existencia. Sin embargo, quienes protagonizan esta columna viven muy cerca de ti y con ellos mantienes trato directo casi cada día. Viven en tu municipio o en los pueblos de alrededor. Son un grupo heterogéneo pero con un elemento común: el padre, normalmente el padre, está o ha estado bien conectado con las elites y está dispuesto a sacar a la descendencia de cualquier apuro marcando solo un número de teléfono o plantándose en la puerta de algún despacho más o menos importante. Los contactos parentales acelerarán sus trámites administrativos. Las normas nos afectan a toda la ciudadanía por igual y siempre hay que enfrentarse a la burocracia, con sus plazos y exigencias a veces incomprensibles. Pero estamos quienes apenas pedimos comprensión al bedel y quienes tienen acceso a la cúspide de la pirámide.

Lo tiene fácil esta camarilla. La filiación abre puertas y pronto consiguen papeles principales en la función. El talento determinará si se perpetúan en el espectáculo o unas nuevas estrellas en ciernes les arrebatan el protagonismo. La estirpe es un trazo que caracteriza a cualquier persona en un pueblo. Siempre ha habido unas sagas familiares locales más espabiladas que otras. Las más despiertas se perpetúan y otras nacen con tanta fuerza como las de toda la vida, fruto de la despoblación y de un régimen democrático de cuarenta años. Vamos, que antes eran caciques con cuartos y ahora ya no es necesario haberse criado entre algodones. Lo que está claro es que en una sociedad de tamaño reducido, no hace falta preguntar por quién despunta gracias a los lazos sanguíneos. Y lo asumimos.

Sí, urbanita tipo, has de saber que los linajes son fundamentales en el medio rural. Y se palpan a poco que rascas. Las buenas cunas también se encuentran en la ciudad, pero cuesta más localizarlas. Al final, lo más honesto y transparente sucede en el campo, donde percibimos el poder de la casta mejor que en ningún lugar.