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Un paseo caligráfico a través del imperio de Carlomagno Un paseo caligráfico a través del imperio de Carlomagno
Cerca de treinta personas acudieron al taller sobre caligrafía carolina que impartió Ricardo Vicente en la Escuela de Arte. M. A.

Un paseo caligráfico a través del imperio de Carlomagno

Ricardo Vicente impartió un taller de escritura carolingia en la Escuela de Arte
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Salvando las distancias, podríamos decir que la caligrafía carolina fue la Times New Roman o la Arial, si se prefiere, de la Edad Media. Redondeada, clara, uniforme y, como las dos tipografías modernas, diseñada específicamente para ser perfectamente legible, esta escritura “fue prácticamente un estándar de su época durante gran parte de Europa”. 

Lo dice Ricardo Vicente, calígrafo profesional riojano afincado en Binéfar donde tiene su estudio desde 2001. Este miércoles impartió un taller intensivo de caligrafía carolina –también se denomina carolingia, porque en ambos casos hace referencia al periodo del imperio de Carlomagno– que tuvo lugar en la Escuela de Arte de Teruel, al que acudieron cerca de una treintena de alumnos. 

Además de escribir mucho, allí pudieron conocer la historia y las variantes de esta caligrafía, que solía utilizarse para las minúsculas acompañadas de mayúsculas rústicas romanas o unciales, con mayor poder decorativo; así como las técnicas de iluminación medievales, las variantes posteriores a partir del Renacimiento e incluso la fabricación de materiales caligráficos, como plumillas, cálamos o tintas. 

Ricardo Vicente ya ha visitado Teruel en varias ocasiones para impartir talleres de exlibris o de caligrafía. En esta ocasión se eligió la carolina por su importancia: “Tuvo mucho éxito del VIII al XII, siglos en los que se utilizó en la mayor parte de los países europeos, desde el Rhin hasta el Loira, principalmente en los dos primeros siglos, y después atravesó fronteras llegando hasta la península ibérica”.

Según el calígrafo, “es una letra muy redondeada que no ofrece más dificultades que otras tipografías”. Producto de la unificación cultural que emprendió el Imperio Carolingio en una época de escasa pericia lectora, “en la reforma de Carlomagno en 789 se tuvo en cuenta que esta letra fuera muy legible, por lo que la redondez está concebida para ayudar y facilitar la lectoescritura”. Según el riojano fue un modelo de éxito porque se extendió por Europa desbancando a las otras escrituras nacionales, como las merovingias en la Galia, las visigóticas en la península Ibérica, u otras como las veneventanas en Italia o las insulares célticas en las islas británicas, entre otras.

Ricardo Vicente es un calígrafo nacido en Nájera (La Rioja), aunque afincado desde 2001 en la localidad oscense de Binéfar. Es una de las pocas personas que se dedican profesionalmente en exclusiva a la caligrafía y el lettering manual y artesano, y desde su estudio atiende numerosos encargos. Uno de sus últimos proyectos ha consistido nada menos que en meterse en la piel de Miguel de Unamuno en la última película de Alejandro Amenábar, Mientras dure la guerra, que se estrenará este año. No se trataba de interpretarlo, que de eso se encarga Karra Elejalde, sino de “hacer copias fieles de sus manuscritos, rellenando cuadernos, folios y cartas, alguno de los cuales supongo que podrá verse en escena”, explicó Ricardo Vicente.