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Francisco Javier Aguirre, escritor: “Yo siempre me vanaglorio de que he llevado 
a mis amigos a la cárcel” Francisco Javier Aguirre, escritor: “Yo siempre me vanaglorio de que he llevado 
a mis amigos a la cárcel”
Francisco Javier Aguirre. Luis Brox

Francisco Javier Aguirre, escritor: “Yo siempre me vanaglorio de que he llevado a mis amigos a la cárcel”

El autor vinculado a Teruel novela en ‘El último infierno de Juan V.’ la historia real de un cadáver re-asesinado
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Javier Aguirre, riojano de nacimiento, turolense de adopción –aquí ejerció de director provincial de Educación y Cultura y de director de la Biblioteca Pública– y afincado en Zaragoza, aprovecha su experiencia como animador cultural en centro penitenciarios aragoneses para escribir su última novela. El último infierno de Juan V. es una rocambolesca historia real sobre una obsesión, un asesino y un crimen. Todo está escrupulosamente basado en hechos reales, y paradójicamente casi nada es lo que parece. 

-¿Qué cuenta  en su última novela?

- Es la historia real de un sujeto al que conocí en la cárcel a la que he dado cobertura novelística, una historia sobre el crimen por el que fue condenado y sus circunstancias. He cambiado su nombre y algunos detalles pero básicamente se trata de una historia verídica, transformada para que pueda leerse como una novela.

- ¿Quién es Juan V.?

- Es un nombre ficticio que esconde un tipo obsesivo aunque no violento. Es una persona con un espíritu de sacrificio excesivo que llega a poner al amor por encima de todo.

- ¿Cómo entró en contacto con este recluso?

- Esta persona acudió en un momento determinado a uno de los clubes de lectura que yo organizaba en penitenciarías como Zuera, Daroca o Teruel, con quien tuve numerosas conversaciones. Tenía una gran obsesión y lo único que necesitaba era desahogarse con alguien de quien no dependiera en absoluto, como yo. No era ningún asesino, sino un encubridor que tuvo machacar un cadáver, simular que había asesinado a alguien que ya estaba muerto. 

- ¿Qué le llevó a hacer tal cosa?

- Adela, que también es un nombre ficticio, es una mujer casada que tiene varios amantes, y en momento determinado Juan, que es viudo, cae en sus redes. Juan contrasta la mujer que tuvo, piadosa a la que había conocido en Acción Católica y que había muerto de cáncer poco antes, y esta otra que es una maestra del sexo de la que queda completamente enganchado. Tras una relación muy intensa ella rompe con él pero un día la encuentra en un banco cerca de su casa de Valladolid. Ella está desquiciada y le pide que le acompañe a un piso que tiene allí para llevar a sus amantes, le enseña un tipo en la bañera que se ha desnucado, y le pide que le ayude a deshacerse del cuerpo. Le amenaza con suicidarse si no lo hace y Juan, que en el fondo sigue enamorado de ella, toma la decisión de hacerlo, y organiza una acción destinada a que parezca que él ha asesinado a aquel hombre.

- ¿De dónde viene esa relación con el mundo penitenciario?

- En 2009 el Ministerio del Interior y el Gobierno de Aragón firmaron un convenio para potenciar la cultura en las cárceles. Yo trabajaba entonces como asesor técnico de la red de Bibliotecas Municipales de Aragón y me propusieron participar en un programa que se realizó en los centros penitenciarios de Teruel, de Zuera y de Daroca. Allí había funcionarios muy implicados con organizar actividades de clubes de lectura, cine, conciertos o coloquios, y yo he participado desde entonces llevando a mucha gente, desde Joaquín Carbonell hasta Eloy Fernández Clemente, pasando por pequeñas formaciones de música de cámara, la banda Insolenzia, José Luis Corral, Julián Casanova, Antón Castro e incluso Alfredo Boné cuando era consejero de Medio Ambiente. Yo siempre me vanaglorio de que he llevado a mis amigos a la cárcel. Incluso en Zuera hemos creado una editorial cartonera, Zapaticos Rotos, en la que los reclusos escriben textos y los editan de forma artesanal en pequeñas tiradas.

- ¿Más allá de una declaración de intenciones en los programas de los partidos políticos, cree que esos programas son efectivos? ¿Contribuyen a reinsertar al condenado?

- El que quiere aprende y el que quiere mejora. Igual en la cárcel, que en la universidad, que en un equipo de fútbol. Allí hay grandes medios y quien los utiliza puede salir con una preparación profesional, una cultura e incluso una formación universitaria que no tenía. Es un tópico hablar del Lute y su licenciatura en Derecho, pero yo he visto muchos casos como ese. Recuerdo un chico de etnia gitana en Zuera que cuando se despidió tras cumplir su condena por temas de narcotráfico, me preguntó que como le veía. Y yo le dije la verdad, que cuando le conocí tres años atrás era basura auténtica, y ahora era un señor. El perfil general de los presos es bajo o muy bajo, pero quien quiere aprovechar el tiempo puede hacerlo. 

- ¿Trabaja en algún otro borrador que tenga que ver con este mundo?

- Tengo otras dos historias. Una es de alguien que acaba de salir hace poco en libertad condicional, condenado a 12 años por violación y abuso de su propia hija, a la sazón una menor de 16 años. Y ahora, con 22 o 23 años, la chica se ha retractado ante notario y ha confesado que fue una venganza contra su padre. Su padre la encontró ejerciendo la prostitución en un piso y la llevó hasta casa a golpes, y a las pocas horas la Policía Nacional fue a detenerle porque su hija le había denunciado por violación y agresión. Y también tengo documentación sobre Tohuami Hamdaoui, el marroquí condenado a 16 que murió en 2011 en el hospital Obispo Polanco, tras hacer una huelga de hambre reclamando su inocencia.