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¿Quién soy yo? ¿Quién soy yo?

¿Quién soy yo?

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Juan Corellano

¿Quién soy yo para escribir una columna semanal? Esa es la primera pregunta que inevitablemente me asaltó cuando se me propuso esta tarea. El interrogante era bastante acertado, la primera tenía que ser necesariamente una presentación para quienes vayan a ser mis lectores todos los lunes, pues en los espacios de opinión como este las palabras solo tienen la validez que el lector atribuye a quien las escribe.

Como millennial, pensé que mi estado de Whatsapp o las biografías de mis redes sociales serían lo suficientemente definitorias de mi personalidad. En todas ellas reza el lema ‘Hola amigos. Soy yo, el cabezón’. 

Desde bien pequeño, comencé a desarrollar una tremenda autoconsciencia del tamaño de esa fastuosa parte de mi cuerpo que descansaba sobre mis hombros. Que mi madre respondiera ‘¿en qué parte de todas?’ cuando yo le comentaba que me dolía la cabeza sin duda era una buena ayuda. De esta manera, no solo no me avergoncé de mi condición de cabezón, sino que la transformé en uno de mis rasgos identitarios. Yo era un cabezón orgulloso.

Al mismo tiempo, tratando de adecuar mi personalidad a mi condición física, con los años me fui convirtiendo en una persona de férreas convicciones, tozudo y testarudo como buen maño. Ya no solo era un cabezón orgulloso, sino encima un cabezón al cuadrado.

Sin embargo, todo cambia con los años. Pasado un tiempo, comencé a darme cuenta de que el inmovilismo de las propias ideas no solo no es una virtud, sino un defecto, pues quien se aferra a blancos y negros se pierde toda una escala de grises que también forman parte de este mundo. Además, en mi llegada a Madrid como estudiante universitario muchas personas juraban al conocerme que lo del tamaño de mi cabeza no era para tanto. 

Ni orgulloso ni al cuadrado, ahora resultaba que ya ni siquiera era cabezón. Por eso, cuando me dispongo a escribir esta mi primera columna y presentarme ante mis lectores, me acabo dando cuenta de que no tengo muy claro quién soy. Pero no importa, nos quedan todavía muchos lunes para averiguarlo juntos.