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Imaginemos que el 28 de abril de este año yo voy a estar fuera de Teruel, disfrutando de unas cortas, pero indudablemente merecidas vacaciones. Imaginemos que yo, como hombre responsable, no quiero dejar de participar en la fiesta de la democracia y me decido a ejercer mi derecho al voto no presencial.

Según leo en la web de Correos, debo rellenar un formulario con mis datos personales, que se puede descargar a través de internet, pero que debo presentar físicamente en una de sus oficinas. Eso sí antes, del 18 de abril.

Pacientemente tendré que esperar a que antes del 21 me llegue a mi domicilio la documentación. Es decir, las papeletas de todos los partidos que vayan a concurrir a las elecciones y, antes del 24, volver a la oficina de Correos con un sobre en el que deberé meter mi solicitud y la papeleta del partido al que quiera dar mi apoyo. O nada, para que sea un voto en blanco, o una foto de mal gusto para que se contabilice como nulo (esto último me lo invento, pero supongo que será el mismo sistema que cuando acudimos a la urna).

Imaginemos que yo, hace un año, hubiera decidido irme a vivir a Edimburgo y tampoco quisiera perderme el fiestón democrático del día 28. Entonces, tendría que acercarme al consulado de España más cercano y seguir, más o menos, los mismos trámites, incluyendo el de registrarme como español que reside en un país extranjero.

¿Y por qué cuento todo esto? Pues porque me sorprende que bien entrado el siglo XXI no hayamos sido capaces de agilizar y simplificar algo tan importante como es ejercer nuestro derecho al voto.

Porque bien entrado el siglo XXI, cuando un teléfono se desbloquea reconociendo tu cara o tu huella dactilar, para votar hay que seguir haciendo una serie de farragosos trámites burocráticos que pueden echar para atrás al más pintado. Más o menos igual que cuando las elecciones las ganaba la UCD.

Sirva esta columna para mostrar mi perplejidad por lo poco que ha avanzado la tecnología electoral, más o menos lo mismo que el mundo de la farmacias, donde en 2019 todavía te recortan el cartón de tu medicina para pegarlo con celo en un papel. Pero eso será para otra columna.