Como si de una de las 10 plagas de Egipto se tratara, el cáncer azota nuestro siglo XXI de forma virulenta, de tal forma que no hay familia que no haya sido tocada por esta siniestra varita mágica.
Menos mal que, además del innegable compromiso de la sociedad y de los poderes públicos, tenemos a la Asociación Española Contra el Cáncer. Allí nos ofrecen el apoyo, la infraestructura y la logística necesarios para afrontar una situación que desbordaría a cualquiera.
El Dr. Masaru Emoto aseveraba que las moléculas de agua podían experimentar cambios morfológicos positivos o negativos, en virtud de que se les aplicaran estímulos en uno u otro sentido. Existen multitud de refutaciones científicas a esta teoría, pero parece ser que esta afirmación llevada al campo de la Psicología Positiva Aplicada resulta muy útil. Gracias a personas de mi entorno me consta que las profesionales del servicio de psicología de AECC en Teruel utilizan este tipo de herramientas terapéuticas con muy buenos resultados.
En el campo de la mente nada es blanco o negro, por lo que es muy difícil encontrar explicación al poder que podemos ejercer sobre nuestra propia salud. La Psicología Positiva nos dice que nuestro bienestar depende de un 50% de componente genético, de un 40% de voluntad y de un 10% de circunstancias de la vida.
Por eso, el cáncer está ahí y sus consecuencias pueden ser perversas si no se responde a los tratamientos que existen hoy en día. Sin embargo, aunque una actitud positiva no cura ni evita enfermedades, sí facilita que la persona adquiera o potencie recursos emocionales para afrontar mejor el proceso. Trabajar desde y con nuestras fortalezas, contar con nuestras emociones positivas, con los recursos personales y las personas que nos nutren son elementos importantes en nuestra salud.
Por eso, hoy mi mensaje para todos los que están pasando por este trance es "fuerza y optimismo".