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Francisco Herrero

Me encuentro bajo el minúsculo pórtico de una de las catedrales del siglo XXI, el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe de Valencia. La arquitectura moderna ha tomado el relevo a las grandes arcadas góticas, el austero románico o la profusión rococó. En el interior se está hablando de la necesidad de cambio en el mundo de la economía social agro-alimentaria que, habiendo conseguido grandes logros en el pasado, se encuentra un poco anquilosado y clama renovación liderada por las nuevas generaciones. Y es bajo las columnas vencidas del edificio de Calatrava donde te sientes muy pequeño en un entorno donde todo es grande. Más yo, que parezco un verso suelto en un ambiente vanguardista, digitalizado y centrado en la innovación y el desarrollo. No me importa. Coincido con mis hermanos mayores en la pasión que le pongo a mi trabajo del día a día, en el intento de adaptarme a los retos que imponen los mercados y las legislaciones enredosas, en la felicidad que produce ver criar los alimentos que acabarán en las mesas del mundo. Al final cada cual elige un camino y ninguno es más válido que el resto. Solo deseo obtener el mismo apoyo y que mi voz sea escuchada al igual que las otras opciones.

Ensimismado en estos pensamientos he caído en que estas catedrales majestuosas son muy peligrosas. Si te descuidas te abres una brecha en la cabeza por el esqueleto inclinado de la construcción. Mis despistes son a veces antológicos y no sería la primera vez que he acabado en el suelo por no prestar atención a lo que me viene de frente. Echo la vista adelante y veo el puente de los tirantes. Hay quien ve un arpa. A mí me viene a la mente la imagen de los billetes de euro, embellecidos por puentes más o menos emblemáticos de toda Europa. Dijeron en su momento que es una alegoría de la unión. Durante este par de jornadas he percibido un claro sentimiento de hermandad y ahí está la clave para que nuestras empresas cooperativas tengan futuro. Las casas que establecen un objetivo común son las que sobreviven. Así lo han hecho las catedrales durante centenares de años.