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Spuro, cinco reflexiones de la identidad a través del arte contemporáneo Spuro, cinco reflexiones de la identidad a través del arte contemporáneo
Algunos de los asistentes a la inauguración observan una de las piezas de Idaira Acón

Spuro, cinco reflexiones de la identidad a través del arte contemporáneo

La exposición colectiva podrá visitarse en Bellas Artes hasta el 9 de abril
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Inazio Lana, Sofía Gregorio, Idaira Acón, Lidia Giménez y Silvia Pelillo inauguraron el viernes Spuro, la segunda exposición colectiva del ciclo Especies de Espacios que tiene lugar durante la primavera. La muestra podrá visitarse en el edificio de Bellas Artes de Teruel hasta el 9 de abril. 
La colectiva reúne cinco piezas que abordan desde diferentes perspectivas y con distintos lenguajes el fenómeno de la huella y de la identidad. Los autores son estudiantes de Bellas Artes de la asignatura Metodología de Proyectos. Espacios, de 3º del grado.
Silvia Pelillo aporta Before you start your day, una instalación en la que el videoarte asume buena parte del peso comunicativo, y que al contrario que las otras cuatro propuestas de la exposición, que se exponen en la sala de exposiciones anexa al vestíbulo del Edificio de Bellas Artes, se encuentra en una de las salas de la planta superior. En un espacio cómodo y a oscuras que invita a la reflexión, una serie de monitores repasan algunas de las pequeñas acciones cotidianas que todos realizamos a diario y que pasan inadvertidas, obligando al espectador a tomarse su tiempo analizándolas, tomando consciencia de ellas y extrayendo la belleza que poseen. 
Por su parte Idaira Acón construye una instalación titulada Autorretrato en las que tres esferas cuelgan del techo a diferentes alturas, simbolizando el pasado, el presente y el futuro, en este caso de la propia autora. La estructura de aluminio de las esferas dejan entrever los elementos que la rellenan y dan contenido, aunque obligan al espectador a interactuar, a tener que mirar desde diferentes puntos para contemplar su contenido, que explican aspectos personales y característicos de Idaira Acón, y tratar de deducir cada una de las dimensiones temporales del individuo. La esfera superior, que representa el futuro, aparece vacía como una metáfora del espacio que está por rellenar. 
Por su parte El fin de una era de Lidia Giménez está formada por tres esculturas que reflexionan sobre el paso del tiempo y el daño en la memoria. Giménez se centra en el Alzheimer, y representa la destrucción de la memoria que ocasiona esta enfermedad como una degradación progresiva a través de tres esculturas en silicona policromada de un cerebro en proceso de destrucción. La metáfora visual tiene como objetivo que le espectador empatice con los enfermos de Alzheimer y explore las emociones y sentimientos que le provoca. 
Sofía Gregorio también se utiliza a sí misma, en primera persona, como objeto conceptual de la propuesta expositiva. Lo que fui y he dejado de ser. Lo que quise y no quise ser. Lo que pudo ser y no fue es una instalación formada por una serie de prendas de vestir que han ido perteneciendo a la artista durante los últimos diez años. Gregorio entiende la ropa como una parte integrante de la entidad individual, una parte que cuando es adquirida mediante compra cabe compararla con un lienzo en blanco a punto de ser pintado. Cada prenda adquiere una historia que se convierte en su identidad y en parte de la identidad de quien la posee. Ese fragmento tiende a ser desechado cuando la ropa deja de formar parte del vestuario habitual de su dueño, pero ya no pierde su naturaleza material y simbólica, que sigue estando allí. 
Por último, Inazio Lana aporta una obra en arte digital cuyo título, 01101001 01100100 01100101 01101110 01110100 01101001 01110100 01111001, no es más que la traducción de la palabra identity al código ASCII que utilizan las computadores expresado a través de numeración binaria, que es también la que manejan los procesadores. La obra alude precisamente a la identidad y la personalidad de los individuos a través de las redes sociales, y de algún modo expresa cómo se digitalizan, simplifican y estructuran de un modo irreal hasta reducir algo tan complejo como una identidad humana a una mera expresión sintética a través de unos y ceros, de interruptores que están encendidos o están apagados. 
La propuesta consta de dos partes. En la primera se denuncia el uso abusivo de las redes sociales a través de unas fotografías y vídeos en los que los rostros de las personas, considerados máxima expresión de su personalidad, son sustituidos por unos y ceros. 
En la segunda parte de la pieza se muestran una serie de imágenes en la que los individuos tienen un tratamiento gráfico similar al de las otras piezas. Pero el espectador puede interactuar en un ordenador para conocer las búsquedas en internet que ese sujeto, anónimo, a efectuado. A través de esa información –intencionadamente sesgada y fragmentada– el espectador puede valorar y juzgar a la persona. Se trata de empatizar con un motor de búsqueda comercial de internet, diseñado para resumir 20, 30 o 40 años de vida de una persona a partir de su actividad en internet, a efectos de situarlo en uno u otro nicho de mercado como consumidor potencial para las grandes compañías.