Síguenos
No está en venta No está en venta

No está en venta

banner click 244 banner 244
Juan Corellano

Hace cerca de un año que conseguí heredar mi primer coche propio. Desde entonces, he vivido encantado con mi Seat Córdoba de tercera mano y con más años encima que su conductor, aunque se conserve mejor. 

Pese a que soy consciente de que mi parcialidad me hace pasar por alto los traqueteos, ruidos y chirridos de mi querido coche, comienzo a notar que no gusta a los demás, y eso es algo que me inquieta. Más allá de que mis amigos lo llamen ‘la cunda’, comencé a sospechar con ciertos actos discriminatorios de fuera de mi entorno. 

Todo empezó con uno de mis habituales despistes, cuando dejé mi flamante Córdoba aparcado en la puerta de casa con todas las puertas abiertas y las ventanillas bajadas. Pasó así toda la noche en una gran avenida transitada día y noche, y no había ni el mínimo síntoma de robo. Yo tampoco pedía el vehículo entero, pero al menos echar en falta los céntimos del cenicero me hubieran subido la moral. No sé, quizás a los ladrones de coches no les gustaba que se lo pusieran tan fácil. Yo todavía mantenía alguna esperanza.

Sin embargo, mis ánimos finalmente se disiparon cuando la semana pasada mi coche ya pasó a ser despreciado también por los repartidores de panfletos. Todas mis sospechas se veían confirmadas cuando en una hilera de más de cincuenta coches aparcados, el mío era el único que no tenía un papelito de ‘COMPRAMOS TU COCHE’ en el limpiaparabrisas. 

Con esta prueba definitiva, me sentía en la necesidad de hacer un alegato en defensa de todas esas cosas que nos gustan, pero somos los únicos. Ya sabemos que el chiste de esa camiseta solo nos hace gracia a nosotros, pero nos da igual. Ya sabemos que esa canción es vomitiva para el resto del planeta, pero nos gusta bailarla. Ya sé que mi coche no es el mejor del mundo, pero verás la cara del repartidor de panfletos cuando vea en el cristal de su salón una nota que dice ‘Soy el del Córdoba. No está en venta’.