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‘Biomímesis’ propone un viaje a través de los nexos entre ser humano y naturaleza ‘Biomímesis’ propone un viaje a través de los nexos entre ser humano y naturaleza
Una de las piezas expuestas en Bellas Artes, realizada por Yaiza Gimeno, representa a Pangu sujetando el cielo (yang) sobre la Tierra (yin) según el mito chino. M. A.

‘Biomímesis’ propone un viaje a través de los nexos entre ser humano y naturaleza

Cinco alumnos de Bellas Artes participan en la tercera exposición del ciclo Especies de Espacios
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La naturaleza, el entorno y su conexión con la zona sensible del ser humano es el principal argumento de Biomímesis, la tercera exposición de arte contemporáneo del ciclo Especies de Espacios que permanecerá abierta hasta este viernes en la sala de muestras del Edificio de Bellas Artes de Teruel.

Se trata de la última colectiva del ciclo antes de las vacaciones de Semana Santa, tras la cual quedarán todavía dos propuestas más. En la que se inauguró este miércoles han participado cinco alumnos de la asignatura Metodología de Proyectos: Espacio; Yaiza Gimeno Vaquero, Sara Solano Agraz,  David Galindo, Raquel Muñío y Adrián Cruces. 

Biomímesis, término que da título al conjunto de las cinco propuestas artísticas y no que no recoge la RAE, es definido por Jorge Riechmann como la acción de imitar a la naturaleza a la hora de reconstruir sistemas productivos humanos, inspirándose en ella para solucionar problemas y la voluntad de hacerlos compatibles con la biosfera.

Partiendo de esa base, Adrián Cruces propone Sensaciones de la naturaleza, una especie de cámara de relajación que recuerda a las viviendas futuristas de Desafío Total, en las que los tabiques de las habitaciones son pantallas capaces de reproducir paisajes o imágenes a elección del usuario. 

En su caso, la instalación situada en una de las salas de la planta superior del edificio se sirve de la proyección sobre tres de las cuatro paredes de imágenes que tienen que ver con el patrimonio natural del Alacón natal del autor, acompañadas de sonidos propios de la naturaleza. En el centro de la sala un lecho de hojas, ramas, romero y espliego invitan al visitante a caminar por ellas, sintiendo su tacto bajo los pies y los aromas que despiden las hierbas, con el objetivo de que el público “se adentre en este espacio neutral, apreciando mejor el conjunto de elementos que componen un paisaje y las diferentes sensaciones que estos nos pueden aportar”. 

En apenas unos metros la colectiva propone un viaje de Alacón a Tella, uno de los lugares más bellos del Sobrarbe, conocido por sus tres ermitas románicas, la cueva del oso cavernario, su dolmen neolítico y aquel viejo refrán que decía “Tella, Dios nos guarde de ella”. La frasecita hacía referencia al pasado ligado a la brujería que guarda la región, y a ella se refiere Sara Solano, nacida en esa localidad, en Bruisas. La propuesta videoartística se compone de una proyección que recrea algunos de los rituales que realizaban las bruisas –bruja en aragonés–. “Estas mujeres eran cultas e inteligentes, sabían aprovechar el entorno natural en el que vivían y sacarle partido, utilizando las plantas para curar enfermedades o provocar un aborto”, explica la oscense. La obra reivindica una forma de vida que en su día sufrió la persecución del cristianismo y que, quizá por ello, se olvidó y todavía despierta sentimientos de rechazo. Su objetivo es recuperar parte de esa tradición “e intentar que el ser humano se preocupe más de conocer la naturaleza y otras vías de terapias y medicinas”, según Solano, que completa la instalación con un folleto donde puede leerse información sobre plantas como el pino, el espliego, el romero o la valeriana y sus aplicaciones en esencias o infusiones. 

Raquel Muñío, que firma su obra como Reich, también echa mano del videoarte para presentar Regresión y Trascendencia. Dos vídeos se alternan en dos monitores estableciendo una contraposición entre dos facetas opuestas de lo humano. En Regresión se hace un viaje a los orígenes animales y viscerales de ser humano, conducido por los instintos y pegado a la tierra que pisa. En Trascendencia el ser humano ha pasado a ser creador de su propia naturaleza y director de su destino como especie, a través de la tecnología y con una estética distópica y, de algún modo, preapocalíptica. Ambos conceptos quedan plasmados de forma “perturbadora y macabra”, según palabras de la propia Muñío, en lo que supone una decidida toma de postura. 

Por su parte David Galindo reflexiona sobre los espacios de seguridad con los que habitualmente se identifica la naturaleza, y la sensación de miedo y ansiedad que despierta la violación de dichos refugios. Galindo es andorrano, y su obra, Soledad, se inspira en el triple asesinato cometido por Norbert Feher el 14 de diciembre de 2017, “una tragedia que jamás hubiéramos imaginado que pudiera tener lugar, pero que desgraciadamente ocurrió”. 

Soledad consiste en una pieza autoensamblable a tamaño natural que recrea un molde del torso del propio David Galindo. Este molde, acompañado por las instrucciones de montaje, está formado por cinta adhesiva colocada sobre el cuerpo por el reverso, desmontada a piezas y vuelta a montar, con un aspecto final de crisálida. Sobre ella se inscriben algunos de los términos que despiertan la indefensión, los miedos y los traumas de las personas, que despojándose de esa piel muerta se desembarazan simbólicamente de ellos y renuevan la vida aligerada de lastre. 

Por último Yaiza Gimeno presenta Historias del Cielo y la Tierra, dos piezas escultóricas que representan dos de los mitos humanos según los cuales el cielo y la Tierra –lo divino de lo terrenal, lo animal de lo humano, el bien del mal, la luz de la oscuridad... la dualidad tiene infinitas interpretaciones– se separaron dando origen al universo. Las esculturas están basadas en los mitos egipcio y chino. Según el primero, Shu, que representa el aire y la luz, separa ambos espacios acabando con el caos y dejando lugar a que emerjan dioses, hombres, y todo cuando existe. Desde entonces Shu será el encargado de mantener separados cielo y Tierra. 

Según el mito chino, Pangu separó el Yin (la Tierra) y el Yang (el cielo) y los mantuvo separados sosteniendo el primero con sus brazos, hasta que murió y de su cuerpo surgieron los astros, las montañas, los mares, los seres vivos y todo cuanto contiene el universo. 

Atendiendo a los elementos en común de ambos mitos, Yaiza Gimeno representa el cielo con apariencia de cristal traslúcido, la Tierra con pigmentación negra y el nexo de unión-separación entre ambos de tono gris.