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Santolea sigue vivo: Los antiguos vecinos y sus descendientes celebran una jornada de convivencia en el pueblo destruido en 1970 Santolea sigue vivo: Los antiguos vecinos y sus descendientes celebran una jornada de convivencia en el pueblo destruido en 1970
En la imagen, una familia, en Santolea, observando el embalse que supuso la inundación de las tierras de labor y, después, la destrucción del propio pueblo. Paco Aguilar

Santolea sigue vivo: Los antiguos vecinos y sus descendientes celebran una jornada de convivencia en el pueblo destruido en 1970

Emoción entre los participantes
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Cruz Aguilar

Dejaron Santolea de niños y la escuela donde estudiaron se está cayendo a cachos. Las calles están llenas de escombros y apenas queda algún muro de lo que fueron sus casas, destruidas en 1970 para evitar su vuelta. El panorama es desolador, pero Santolea siempre será su pueblo. “Ahora no se permitiría, pero entonces hicimos lo que nos mandaron. Callar y punto”, dice Pilar Guillén, que con 16 años dejó su pueblo para trasladarse a Zaragoza. El pasado sábado se celebró el Encuentro de Santoleanos, en el que tomaron parte 129 personas entre antiguos vecinos y descendientes. 

A Pilar Guillén, como al resto de sus paisanos, le encanta recorrer el sitio y bucear a través de él en sus recuerdos para compartirlos con su marido y sus hijos. Ya hace algunos años que no llora cuando pasa ante lo que fue su casa, “al principio no podía evitarlo”, dice todavía con un nudo en la garganta. “Las tierras las cogía el pantano, pero si nos hubieran dejado las casas al menos tendríamos pueblo de veraneo”, lamenta. 

Josefina Querol y su marido, José, eran los dos de Santolea y allí tuvieron a sus tres hijos mayores. El cuarto ya nació en Hospitalet de Llobregat (Barcelona), a donde se vieron obligados a emigrar. Como el resto de sus vecinos tuvieron que hacer la maleta y meter en ella muchos recuerdos, pero pocas cosas: “Te ibas a una gran ciudad y no podías llevarte todo, todos los calderos y la maquinaria de la matanza tuvimos que abandonarlos o medio regalarlos”, dice la mujer. 

Reconoce que decir adiós a su pueblo fue muy triste porque “cuando dejas tu casa, crees que puedes volver, pero aquí sabíamos que las casas las iban a tirar”. Ahora sí que regresa cada año a reencontrarse con sus vecinos y con la tierra que, reconoce, hubiera acabado dejando “para dar un futuro mejor” a sus hijos, pero no de forma tan dramática.

En el Encuentro de Santoleanos tomaron parte un total de 129 personas, una cifra inferior a la de anteriores ediciones y que Laura Berné, presidenta de la Asociación Santolea Viva, que es la que organiza el evento, achaca a la cercanía con la Semana Santa. Los asistentes participaron en una comida de hermandad en Castellote y, tras un espectáculo de jota, se dieron juntos un paseo por lo que antaño fue su casa y siempre seguirá siendo su pueblo. 

Al café se sumó el alcalde de Castellote, Ramón Millán, quien prometió a los asistentes que en el mes de mayo comenzarán los trabajos para dignificar el cementerio de Santolea, que está ahora prácticamente en estado de ruina e incluso hay tumbas profanadas. 

En la jornada participaron no solo antiguos pobladores de la localidad, sino también sus descendientes. Entre ellos estaba Ana Alcañiz, que ahora vive en Castellote pero su abuela era de Santolea y les inculcó un gran vínculo con el pueblo. La anciana ya murió, pero sus descendientes siguen fieles a la cita con el pasado que, en los últimos meses y gracias al desmontaje del puente, se ha convertido en noticia. Ana alcañiz está encantada de que se vaya a recuperar la infraestructura y, sobre todo, de que “se siga oyendo el nombre de Santolea” porque, dice, la memoria es lo único que queda de los que tuvieron que marchar.